Sólo el silencio, el silencio que guarda
y como "guarda" de los misterios y secretas
imágenes que duermen en lo profundo del lago
transparente de los sueños, saben lo que somos,
hijos de las primeras hojas del otoño,
de los largos inviernos y los veranos asperos
como frutos de nisperos, cuando nuestras bocas
eran fanales abiertas a la lascivia de la infinita
luz, del infinito sueño de la plenitud,
en la cual no estamos dormidos ni despiertos.
Después el bronco viento que despierta,
-la ácida nieve que gotea sobre el corazón,
el tiempo devorándolo todo-, el escarnio de
la carne crucificada del Titán, la soledad del
amante que bebe en el profundo grial de la traición-,
todo, todo, y sin embargo, algo, un misterioso duende
nos lleva de las manos, empujándonos al camino
sin término, donde quizá, en la mezquita
oscura donde moran los dioses, encontremos
la comprensión y el "duende" revelado en la sangre
que nos trajo a este mundo |