La vida se hace tan simple cuándo se conoce a alguien así, todo se vuelve tan armonioso, y la perfección está al alcance de las manos.
Ella era así, era belleza pura, el poder que fluía de sus ojos, la hacían diferente, esa rareza que separa lo común de lo inimaginable.
No me había dejado enloquecer por su cuerpo, ni tampoco por su cálido y místico lenguaje, ni por sus perfectas galaxias en forma de ojos. No, lo que me atrapó, lo que me dejó vagando en mis sentimientos, fue su rostro. Su cara divina, sus márgenes que dibujaban las más perfectas líneas fluorescentes.
Ese rostro, simplemente no era común, tenía luz propia, como el sol, con su fuego creador. El resplandor que emitía su cara, permitía distinguirla de las demás. Sólo con mirarla, mis imágenes se desvanecían ante los dulces gestos que Ella creaba.
Yo, la había conocido, había tenido la gran mala suerte de haberla descubierto entre tanta pobreza de imágenes que me rodeaba. Y así fue, como en un instante caí, y me deje llevar, y me llevo, a un mundo de fantasía, en el que la realidad solo se mira de lejos.
Nos pasábamos todo el el tiempo solo observándonos, mirándonos a los ojos, y gozando de tanta pasión. Los días no existían, eran solamente momentos, que hacen de la felicidad algo común.
Y así fue, como un día decidí, que ella era demasiado especial para alguien tan simple y vulgar como yo. Sentía que mi cuerpo no llegaba a tomar tanta belleza y estaba angustiado por no poder responder a la luz de su rostro. Con todo el dolor imaginable, le dije a Ella que no podía vivir más en mis pensamientos, que me había superado.
Ella se despidió dulcemente, sin hacer ningún tipo de objeción, y me dejó, me dejó otra vez con mi pobreza de imágenes, y volví a mi acostumbrada vulgaridad tangible.
Después de mucho tiempo sin estar con ella, comencé a creer que había sido toda ficción, que nunca había existido.
Tratando de hallar los mismos sentimientos, busque a una mujer, y me casé. Pero ésta, era demasiado mediocre en comparación con ella, y no compare más, igualmente, puse todos mis esfuerzos, trate de darle todo de mí.
Luego de muchos años de casado, de sobrevivir como estoy acostumbrado, me encontré perdido, desesperado, me había encontrado con que el resto de mi vida sería así. Y salí a buscarla, a Ella, a la mujer del rostro iluminado.
La busque en todas partes, en cada rincón, pero no descubrí rastro alguno de ella. Fue cuando me di cuenta de que Ella era realmente nunca existió, y que todo había sido una gran fantasía en mi cabeza, un sueño que no pude controlar. Desde ese momento, me alejé completamente de la realidad, y me sumergí en un mundo de sueños.
Ahora estoy con Ella, y los días volvieron a desaparecer, se convirtieron en momentos, y todo lo vulgar y común empezó a extinguirse, hasta que la realidad misma se fue, se fue y me dejó, para siempre. |