Te hostigaban las ganas,
te apremiaba el deseo.
De hablarme en susurros,
merodear mis relieves,
quejarte en mi oído,
ofrecerte a mis manos,
y entregarme el cuerpo.
Me consumían las ganas,
de asilarme en tus senos.
Saborearte de a poco,
ofrendarte mis besos,
beberte muy lento,
derramar tu pasión,
y descifrar tu misterio.
Nos acosaba la urgencia,
nos perseguía el antojo
de jugar con el cuerpo.
Franquearnos el alma,
abrir las compuertas,
romper los silencios,
y llegar tan profundo
hasta distinguir lo eterno.
Dormita en mis brazos,
amaina tus tormentas,
prodígate en mis manos;
que son las antorchas,
regueros de fuego,
que incendian tu cuerpo.
© by Simon Paterson
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