El invierno está en su apogeo.La baja temperatura,
que no quiere ser menos,también demuestra su poder.El viento sopla helado como enojado por la ausencia del sol,que ésta y se lo vé,y nos observa por obligación sin esforzarse mucho para ello.
Y como si todo estaría calculado, los componentes de éste cuadro descrípto,al unísono se estremecen ablandandose,disminuyendo sus fuerzas casi al mínimo ,en ésta época del año.Aparecen unos días de descanso,no mas de diez,en medio del crudo invierno,necesario pero sufrido.
El sol,nuestro querido amigo,como desperenzandose de un largo sueño,envía,aunque pocos y débiles, rayos que alcanzan para revivir el estado somnoliento en que se encuentra la naturaleza aquí abajo.
Esos días tan esperados,son aprovechados al máximo,y mientras acompaña la luz natural,se pone manos a la obra,dando por abierta la época del Mesik,o sea la época del año que en todas las plantaciones de olivares alrededor del Mediterráneo
comienza la recolección de aceitunas.
Dicha tarea es realizada mayormente por todos los miembros de la familia,nadie queda exceptuado.
Como primera medida,se extiende en el suelo una lona alrededor del tronco del olivo,para que la recolección posterior sea más fácil.Existen dos sistemas,uno,no obstante muy lento, consiste en sacudir,con suavidad pero con firmeza,las ramas,
ocasionando así,el desprendimiento de las codiciadas aceitunas;ésta manera cuida las ramas,obteniendo como resultado que el próximo año nuevamente el árbol dará su fruto.El otro sistema,mucho más rápido,se realiza golpeando con varas de madera las copas de los árboles,dañando obviamente las ramas,y por consecuencia el año venidero la naturaleza propia del árbol estará ocupada en el saneamiento de las heridas,y se deberá esperar otro año para obtener nuevamente el fruto anhelado.Los dos sistemas son los consabidos,cada familia decide al respecto.
A lo largo de los caminos que bordean las plantaciones,aparcan los vehículos de las familias,encargadas en la recolección.Los hombres son los que se dedican al desprendimiento,mientras que las mujeres y los niños,son los que juntan y colocan en bolsas.
Las charlas,los gritos,y por ahí una que otra canción,llenan el aire de un agradable sonido,por momentos ruidoso,pero lleno de alegría y entusiamo.
Comunmente las plantaciones son extensiones muy amplias,que pertencen a varias familias,razón más que suficiente para convertir la ardua tarea en una oportunidad propicia para entablar conversaciones con los vecinos,comentar sobre temas diversos, compartir las comidas,convirtiendose la recolección en un evento familiar y vecinal.
Las aceitunas,una vez recolectadas,son llevadas a establecimientos donde se realiza el proceso de la extracción del saludable y gustoso aceite de oliva.
Las colas allí son largas y llamativas;cada vecino trae su producción y debe esperar su turno;al terminar el proceso,el establecimiento se queda con un 10% del total como pago por el trabajo.
Las charlas muy amenas entre los colonos,dan lugar a momentos especiales,en los que se recuerdan años pasados,cosechas buenas y también las malas,
en fin intercambio de experiencias que nunca están de sobra.
Cada parroquiano se va con sus damajuanas lleñas de ése oro amarillento,que les alcanzará para el resto del año,y quizás más,para el uso propio;la principal cantidad se dedicará a la venta.
Es notorio encontrar durante uno o dos meses posteriores a la recolección ,a la vera de los caminos cercanos a los pueblos donde se recolectó,
pequeños puestitos ambulantes de venta de aceitunas y por supuesto del famoso aceite.
Todos ,grandes y chicos, tendrán motivo de conversación durante largo tiempo sobre las vivencias durante el Mesik,y estarán esperando con ansiedad el nuevo año,para la nueva recolección.
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