Me dijiste al encontrarte que él lo había iniciado,
que así sin más, solamente te había besado,
lo primero fue tomar tu dulce mano
y después lo dulce de tus labios.
Odié al saberlo, al no poder evitarlo,
y la ira se apoderó de mi ser completo,
y enfermo de odio me puse a maldecir,
a todo rumbo y al aire, por no poder llorar.
Odié, no sé si a ti, no sé si a él, no sé si a mí,
no sé si a todos en todo el enfermo mundo,
que ahora me alejaba de ti, de tus besos,
ahora compartidos con un extraño.
Deseaba matarlo, deseaba matarte a ti,
porque no comprendía el sentimiento de rabia
e impotencia que me invadía, lleno de celos maldije,
vacío de sentimientos me arrodillé, aturdido y desconsolado.
Odié de amor, odié de desengaño,
odié de miedo y de sueños destrozados
de pena y dolor, de soledad de mañana,
de incertidumbre de hoy, odié por adelantado.
Y con llanto en los ojos me despedí
llena la boca de espuma rabiosa, las manos
de sangre viscosa, el alma de venganza deliciosa,
y te perdí nuevamente al despertar de esta pesadilla sudorosa.
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