Las negras flores



El hoy fugaz es tenue y es eterno
otro cielo no esperes, ni otro infierno
J.L.Borges



El ardor de mis manos turgentes de deseo se apaciguan al palpar tu torso provisto de amplísimos vellos. Mis dedos húmedos naufragan en la espesura de tu naturaleza hasta llegar a tu boca -El día ha llegado- me dijiste e interrumpiendo mi ritual me mandaste a comprar flores para recibir a nuestro invitado, su llegada era recibida sin afán o pormenores estaría unos segundos y luego ambos se irían juntos, las despedidas son tristes me decías pero ya nos habíamos preparado con antelación para aquello.

Regresé con las flores y las coloqué en un florero que me regaló tu madre, el perfume que irradiaban nos invadía y hacía mas ligera la espera. ya que sería la última vez que estaríamos juntos, afuera unos pasos se escuchaban de alguien que arrastraba los pies y que de seguro no quería hacer ruido, me aproximé a la ventana para ver si era aquel, nuestro tan esperado invitado, pero me volví al escuchar la puerta del cuarto de a lado de la pensión, prendí la luz de la lampara, estos últimos días nuestra visión se había acostumbrado a esa tenue luz y nos ponía reflexivos, los minutos pasaban y yo sentía en mi pecho los latidos de tu corazón cada vez mas fuertes y sabía por ello que ya llegaba la hora, en el silencio se escucharon los pasos suaves aproximándose a la puerta, te miré fijamente

-No mi amor, tu no te iras
-Es inevitable, abre

El invitado se adentró en la habitación tus ojos se llenaron de lágrimas cristalinas casi celestes quise limpiártelas pero lo impediste pensé que estaría triste pero creo que al verme tan tranquila te calmaste, y nuestro invitado te invito a salir de la habitación. Te fuiste.

No te despediste solo me quedé con tus ojos como espejos donde quede dibujada para siempre te había rogado ir contigo, pero me pediste que no lo hiciera que solo a ti te buscaba que yo debía quedarme.

Entonces cogí mis negras flores y me preparé para tu funeral.