Tomó el bolso y se marchó. Su adolescencia había quedado atrás.
Sólo le quedaba el recuerdo del dolor, la indignación, la vergüenza y una desagradable sensación rondando todo su cuerpo.
Aquellos muchachos, con cara de yo no fui, habían logrado cambiar su vida, destruyeron su familia, sus afectos y su hogar.
Nadie se animó a juzgarlos en el pueblo. El boca en boca le dio paso a una injusta justicia de palabras baratas, que fueron más poderosas que la verdad.
Los Angeles de ira habían triunfado una vez más.
Un cuerpo maltratado, un alma hecha jirones y una historia que se esconde debajo del vestido de las damas de alta sociedad.
Ya nadie pensaba en ella, sólo manchaban su nombre al hablar y maltrataban su dignidad con cada palabra.
Mientras tanto, una inocente niña con cara de susto esperaba al costado de la ruta una nueva oportunidad.