Suelo sentarme en las puertas del abismo,
dejarme arrancar el corazón
con una flecha gastada,
repetir ciegamente movimientos
confusos,
que alimentan a las moscas
que habitan en mi almohada.
Suelo soltar un pájaro
en compañía de un gato hambriento,
dibujarme caricias
que nunca llegaron a mis nalgas
y sobre todo y siempre que es posible,
suelo morder mis palabras
antes de que las oiga el viento murmurando.
Suelo cansarme de las ceremonias,
repetidas,
especialmente si hay que vestir de largo,
enroscarme frente a toda la gente,
en algún árbol seco y olvidado,
atrapar el zumbido de la noche
contra los muros de mi oscuro abrazo,
suelo quedarme a oscuras
en silencio
cantando
tangos grises
condenados.
Suelo mirarme en el espejo
siempre de un solo lado,
tratando de esquivar el movimiento
que realizan mis manos.
Suelo hacerme cautiva
de mi risa,
y mis huesos me exilian
a un costado.
Suelo querer perderme
y encontrarme
en las puertas de mis abismos
resbalando...