El sonido del guiño pulsa en su cabeza. Rítmicamente, con una cadencia inhumana, incansable. Una mirada atenta escudriñando cada esquina, a la maldita espera de otro auto avanzando imprevisiblemente. Pies convulsos, ronroneo de tigre de grasa y acero. Dobla desprolijamente, ajustándose a las riendas del corcel de galope traicionero. Llueve luz sobre el capot , acariciando la pintura entre rugidos escabrosos. La nada se extiende en un laberinto abierto de piedra y asfalto. Otra vuelta, otro revés, la punzante inseguridad , incertidumbre, pulsaciones un instante más. Seguridad , un camino recto sin tropiezos, despejado y blando. Al final, varios brazos apuntan hacia la oscuridad. Uno, a un camino corto y conocido. Momento de indecisión sofocante, dolor de cabeza, sincronizan corazón y máquina en la monotonía del sonido. Un giro final, completa la vuelta a la manzana. Punto de partida y un pasacalle que da la bienvenida a la rutina. |