¿Por qué? Te preguntaste bajo aquel árbol. Sí, bajo aquel que te sentabas todas las mañanas junto a él. ¿Por qué te dejó? Tal vez porque no había un por qué, o sólo porque había desaparecido sin ningún indicio de haberte querido abandonar. Solo él lo sabría y tú estabas dispuesta a buscarlo, a encontrar a esa persona que te había abandonado sin razón alguna. O por aquel momento sin razones que vos conocieras.
Aquella tarde, sí, la recuerdo perfectamente. Fue aquella tarde cuando tu me dijiste que emprenderías un viaje, pero no cómo el que habías hecho ya un mes atrás, no. Este sería completamente diferente, sería con un fin. Sí, con un fin, pero sin paradero fijo. Habías prometido llamarme cada vez que estuvieras en algún sitio nuevo, lo habías prometido. Aún sigo esperando aquella llamada que nunca llegó. Esa llamada que yo atendería y tú me dirías que lo habías encontrado, que ahora estabas con él… feliz. Sí, sigo esperándola, y espero morir feliz, habiéndote escuchado por una última vez en la vida diciéndome que eres feliz nuevamente con él. Ahora la persona que se pregunta el por qué de las cosas bajo aquel árbol soy yo.