Hambrienta de suspiros mal heridos, hambrienta de muros con rostro, hambrienta de respuestas que mataran mis angustias, mis ilusiones y mi alma, debo seguir caminando hacia ése lugar oscuro que me sigue atormentando.
Hacia ese lugar donde van mis sangres, mis penas, mis lamentos, mis huesos, mi carne y mis muslos, van tus pasos.
Como una lágrima que toca el suelo infértil de mi memoria, hace un resplandor eterno que traslada mi cuerpo a donde quisiera encontrar su muerte.
Divago entre caras conocidas que me comen como animales hambrientos de mi patético ser, divago entre murallas que caen sobre mis manos como la arena ennegrecida por la sombra, divago entre confusiones que aceleran mi palpitar y frenan mi ansia, divago entre relieves de algún rostro que me pueda conocer pero no me puede amar, divago entre razones millonarias de vacíos, que lamen mis ojos para ver que hay dentro sin que yo sepa si hay algo en mí.
Gritos desesperados por vivir, salen de mi boca sin que nadie pueda oír el pequeño susurro de mi incertidumbre, gritos cortan el aire que provoca mi desvelo, gritos se encarnan en tu piel lastimada, gritos te atrapan en mis mundos, gritos te disparan lejos de aquí, lejos de mí, donde estarás amparado de la esquizofrenia de mi vivir.
Si aún tengo cordura, si aún siento, si aún encuentro lo que me hace vivir, saldré de aquí corriendo hacia el árbol que me vio enterrada en él.
|