LA FIGURA



Las paredes agrietadas, húmedas, escondían los secretos más innombrables de Leonor.
Casi como un susurro, la ventisca se filtraba por debajo de las puertas de la habitación, haciendo erizar con su aliento frió los pies de la joven.
Tenía las manos firmemente atadas y las sogas quemaban las muñecas, lacerando, mordiendo.
Una gota solitaria caía por una filtración del abovedado techo, cayendo sobre una mesa rustica, produciendo un golpeteo intermitente, casi rítmico.
Trato de zafarse de su prisión pero desistió luego de unos intentos vagos, casi desganados.
Le dolían los pies y el cuerpo cansado apenas la sostenía.
No sabia cuanto tiempo llevaba en esa posición, pero no tenia importancia. Podía tratarse de minutos, horas, días enteros, pero igual, sabia lo que le esperaba.
Su cuerpo desnudo sudaba copiosamente debido a la pesadez del ambiente haciéndola sentirse sucia, maloliente.
Miro las ataduras y dio un fuerte tiron, lanzando un jadeo doloroso como castigo a su estupidez.
“el no me va a dejar soltarme tan fácil”, pensó, y una sonrisa amarga se poso en sus labios.
Se acomodo de otra manera, extendiendo las piernas hacia atrás y separándolas, dejando expuestas las nalgas a los deseos libidinosos de un invisible fisgón.
¿Adonde estará? Se dijo, y un escalofrió le recorrió el cuerpo.
Pasó su lengua por sus secos labios y rogó por un poco de agua, mientras la gotera, cruel y burlona se hizo sentir sobre la mesa.
Miro el foco de luz que pendía del techo, tratando de imaginar que haría cuando pudiese recuperar la libertad, hasta que el ruido de unas llaves la puso en alerta.
Trato de incorporarse pero le fallaron las fuerzas.
Sus brazos agarrotados no respondían al más mínimo intento de cambiar la incomoda posición.
Estaba entregada.
Escucho los pasos que se acercaban y una nueva ola de estremecimientos le recorrió la espalda.
Nada podía hacer.
La puerta cedió ante una figura oscura, alta, maciza.
“no puedo hacer nada” se dijo y ladeo la cabeza, tratando de ver quien había entrado en la habitación.
-no me pegue.
La figura no respondió.
-no me haga daño.
El silbido cortante de un látigo destelló en el aire, haciéndole lanzar un corto suspiro.
-por favor…-pidió, pero tenia la garganta seca y su voz fue un balbuceo.
La figura sonrió por lo bajo, y con suavidad acaricio las nalgas de la mujer.
Hizo esto por unos segundos, que a ella se le antojaron eternos.
Una solitaria lágrima rodó por su mejilla, dando paso a quejidos de placer, mientras la figura le suministraba placer, arremetida tras arremetida.
Era todo lo que ella deseaba.