Se partieron las olas en dos y encontró el secreto de su nombre, envolvió en periódico el drama de su implacable sonrisa, tomo el revolver y le dio un disparo a la luna, callo del cielo y las lagrimas de esta las enterró, en los corazones salados intimidados por el demonio de los celos y la infidelidad, donde se reconocen, por el color de los ojos, donde el ala le pregunta al viento ¿los ves, los miras?

Y el viento... alborota los cabellos de los hijos elegidos, capaces de encontrar en llanto se miran y se pierden en la banalidad de lo que ignora.

Pero comparten, un lugar... lejos de la tierra donde la luna, que vuelve el rompecabezas y da su corazón la piedra final, cuando el demonio de los celos y la inseguridad le corto la cabeza y extirpa el corazón blanco para quitarle la piedra lunar y ponerla al cielo para que el Ángel del amor la extinga cerca de sus ojos y la descubra implacable y tierna la mira tan bella que Marte se opaca y Venus se ruboriza, diciéndole adiós.