El tiempo no me alcanza, el tiempo no me es suficiente para hacer que te des cuenta de todo el daño que causaste.
Cuando te vi sentado en ese rincón, llorando y gritando que ya no podías más, que tu mente se sentía sola, enferma y triste, que tu corazón estaba destrozado y que nadie lo notaba.
Me puso tan mal oírte que prometí que te ayudaría, sabía que no te encontrabas bien espiritualmente, que tu alma sufría, lo había percibido todo el tiempo, sin embargo, no quise hacer nada antes y tampoco quise abrir mi boca para que no fueras a dejar de quererme; que tonta fui, respondiste que ya no había tiempo para arrepentimientos; que si no te había ayudado antes, no lo hiciera ahora, ahora que te habías atrevido a hablar, a desahogarte; no valía la pena según tú, porque la decisión estaba tomada y no había marcha atrás.
No te creí, no quise creerte...ahora ya no estás aquí, ahora estás muerto...muerte, esa palabra tan cruel, una palabra que nunca temí, algo que me daba lo mismo, hasta que tú dejaste de existir en esta Tierra. Ya no estás aquí conmigo y no hay vuelta que darle.
Tus muñecas sangraban mientras tu cuerpo yacía dentro de la tina llena de agua. Pensé que todavía quedaba tiempo para salvarte, pero quizás me demoré mucho observándote...impactada, con mis ojos llenos de lágrimas, lágrimas saladas que daban a conocer mi dolor.
El tiempo...el tiempo se va y ya tomé mi decisión al igual que tú. Tengo la oportunidad y la aprovecharé, voy a encontrarme contigo en la otra dimensión. Estoy llenando la bañera de agua y pétalos de rosa. Quiero algo más trágico, algo que quede en el recuerdo de todos, algo que no se borre de la memoria de los que me encuentren, cuando me vean desangrándome, cuando me vean muerta...muerta.
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