Le toco la cara, con ternura provoco su nariz y sus labios, después la desdobla de un golpazo, la pared impregna de sangre fresca, después le dice te quiero, se abotono la blusa, tomo el dinero de la mesa, descargo la pistola 49 y se acomodo el cabello.

Desde sus 14 años ya no piensa en el príncipe azul, deja de pensar en ella, se somete a la violencia de él, abandono la ilusión, su historia se impregna del infame que entraba a su cama provocándole ser mujer antes de saber ¿Qué era?

Ese día se marco la cara, saliendo de su corazón los cuentos de hadas, las figuras del amor, usaba maquillaje selectivo y nunca dormía con alguien, en el cual su boca se tornara de sabor alcohol, se acomoda la falda ya ni le interesaba la ropa interior, tomaba su bolso y un abrigo verde, que un amigo con devoción a los varones le regalo para que combinaran con sus ojos

Paso por la peluquería de Fernando se corto el cabello, como nunca lo había usado, lo pinto de rubio, cambio sus cejas, por una vez en su vida se pinto los labios, se decoro las pupilas con desamor.

Arón la observaba desde el otro lado, de la ventana, se percato de las manchas rojas en su blusa un rojo carmín, la siguió varias cuadras, antes de que abordara el autobús, la tomo del brazo la vio a lo ojos y supo que sus amenazas eran ciertas, en su cabeza resonarían las injurias que decía contra aquel bandido que era de la misma familia que la había vuelto ella.

No pidió explicación imagino que no necesitaba ayuda, ella no quiso darle palabras solo lo miro a los ojos, con furia, tomaba el humo del cigarro y levantaba la ceja, él pensaba que su vida peligraba, ella pensaba en el olor del cartucho quemado, la sangre en el suelo y las huellas que el perro dejaba por la sala de tapiz blanco, ojeaba la revista mientras, en su estomago algo la movía, no era el remordimiento, era la certeza de la calma de la figura asesina.

Cuando caminada por la calle un tipo, tras un árbol aguardaba, la tomo del brazo, sujeto sus muñecas, la empujo a la pared la sostuvo hasta desagarrarle la falda, el abrigo ya sucio del uso terminó rojo entre canela y asfrán por las manchas, la lastimo de entre las piernas, hasta el fondo de sus gritos, donde ni un gendarme pasaba entre esas noches las astillas del árbol ya habían lastimado su espalda la espalda de una mujer que ya vivía sin ser niña.

Cuando abrió los ojos, mira sus manos, que han bordado una flor carmesí entre un paño blanco, ataviada con su habito regresa a la capilla, para rezar la oración de las 6:00pm