Cálla... no digas nada.
Despoja de tus ojos mi alma dormida,
envuélvete otra vez en los cantares de soledad,
y no vuelvas por la fruta prohibida.

El momento es único,
solos los dos y esta ciudad.
No digas nada,
deja que los cuerpos se amen en libertad.

Toma mi mano y ríe sin cesar,
que la mañana se acerca
y en algunas horas más tendrás que llorar.

Porque sé que lo amas,
y yo soy sólo un suspiro en tu respirar.

Ahora despídeme y bésame como nunca
porque esta es nuestra última noche de huída,
prometo no volver a soñar con tu cuerpo,
porque para sufrir me queda toda la vida.