no me gusta nada este escrito, sino me gusta a mi, menos a ustedes
no lo recomiendo
Me engañas, tu ropa no tu piel.
Eres la única. Al escucharte gravito hacia ti, te toco y continúo con un beso. Pero aún no llegas para dar comienzo a mi rutina, necesito que aparezcas, sea bajando la escalera o a la vuelta de la esquina. Lo importante es que me llames y apagues la negrura. Sigo esperando...
Escucho tu voz y te dibujo en mi cabeza. Te imagino a 10 metros de distancia. Me acerco jalado por ti como una soga entre nosotros.
Camino sintiendo ser el foco donde convergen las miradas, cuando el ocio de los brazos y manos molestan. Luego me autocalifico de torpe, claro, ella es la culpable, pero no porque me haga caminar así, lo torpe es un descubrimiento reciente de mi forma natural de andar.
Todo es consecuencia de actuar en 3 segundos, antes que las dudas me detengan y terminen convenciendo. Llegaré a tu lado en 10 y recurro a la evasión para cubrir el tiempo excedente. Lo único cierto, la duda infinita. El tiempo, una impresión elástica que cuenta desde que me llamas por mi nombre.
Cuando me llamas lo primero que viene a mi memoria es la foto en mi billetera. La foto de mi primer amor. Nunca veo aquella foto, pero definió mis gustos y una sensación de cruel soledad pese a estar rodeado; es que tú no estás. Por eso la mujer que ahora abordo debe parecerse a ella ¿Quizá le doy lastima? ¿Me rindo o sigo? No sé, pero la indecisión tiene su lado positivo, sirve rendirse a la inercia automática. No sé... No sé... Da igual, ya dilaté suficiente la respuesta para alcanzar tu perfume y llegar a tiempo cero. Al tocarte el rostro con las yemas compruebo que la voz decía la verdad. El tacto es mi forma de creer en las personas. La ropa me engaña y tu voz desde lejos a veces me confunde. Sin embargo tu piel es verdadera y no dedos cerrándose en el aire, lo sé, cuando guardas silencio antes de tocarte, esperando que diga tu nombre y demuestre que te he reconocido. Te saludo luego con un beso. Mi ceguera me privará de las estrellas, de colores y tu forma de vestir, pero ciego y todo, siempre estas desvestida en mi mente, con tus lunares con relieve y mis huellas digitales desgastadas por seguir los pliegues de tu cuerpo. Tu cuerpo que conozco de memoria. Basta reproducirte en mi cabeza, con todo el ritual de la duda como lo hago diariamente cuando escucho que me llamas.
Creo entender, somos novios por un sentimiento irracional. Definitivamente, tú no ves por que no quieres. Y yo porque no puedo.
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