Esta noche,
ante la extrema
sensación de ausencia
que tienen por vos
todas mis noches,
quisiera contarte,
amor,
que moriría por ti.

Moriría porque estuvieras aquí
pero también porque desaparecieras
para siempre de mis sueños.

Moriría por no verte
hacer para otros
las cosas que yo jamás
te pediría que hicieras.

Moríría a cambio
de no vivir invadido
por tu sonrisa
y no doblegarme indefenso
ante tu sola presencia.

Moríría por tener la belleza
de aquéllos rostros
que conmueven tu piel,
y por conocer
los secretos de la alquimia
que me permitieran
a través del fuego
cambiar indiferencia
por urgencia de tu piel por mi.

Moríría por robarle
un instante a la cordura
y besarte en un arrebato,
y conocer por fin
el sabor de tu boca
que presumo generosa.

Moriría por no sufrir
este síndrome de abstinencia de ti
y por encontrar una medida
de mis tiempos
que nada tenga que ver
con tu ausencia o tu presencia.

Moriría por no despertar en la noche
con tu nombre en mi boca
y tu carencia entre mis brazos.

Moriría por no sentir
congoja cada tarde al saludarte
sabiendo que otros labios
que no te ansían como los míos
en la noche han de besarte.

Y moriría, también amor,
por matar este amor,
que me está matando
de morir por ti.