Un cálido día, bajo un sol generoso de luz que baña el verdor del pasto, cruzan mis oídos los sonidos del mundo entero, mientras no puedo escucharlos. Reposo con esta sensación amorfa en mi interior que me produce esas cosquillas en el estómago, una ansiedad insaciable, ganas de reir y gritar... sí, la veré en un momento.
Espero algo nervioso por verla llegar, no quiero perderme ese momento, en que la presión que en este momento estrangula mi abdomen se convierta en el gozo más grande y delicioso.
No es mía, pero... solo verla llegar, bajo la lluvia de rayos de sol, sobre verde del pasto, con una frescura flotante que ondea a su alrededor, me hace sentirla propia, aunque sea ese segundo en que pasa, en que solo yo la veo. Ahí, cuando es de mis ojos solamente, sólo por un instante.
Tiemblo por enésima vez. No creo que vaya a fallar. Esperando tanto tiempo solo para observarla un segundo. Quiero hablarle, pero no quiero que sea tanto, para conservar este cosquilleo... quizás sí quiero quedarme a su lado por siempre, pero ella no lo estará ni lo estaría... un aguijón me atraviesa el pecho y el dolor está empujándo una lágrima para que resbale hacia el suelo.
Sacudo mi cabeza para olvidarlo, no importa ya, lo sé y lo he sabido siempre que nunca será para mí, por eso prefiero quedarme aquí mirando, disfrutando lo que me toca: mis cosquilleos en el estómago, la presión que se relaja al verla, las ganas de verla aparecer.
Al fin sucede lo inesperadamente esperado, apareciéndo, como yo imagino cada mañana, caminando suavemente por el pasto, distraida, pensando en su vida, pensando en cualquier cosa, siendo ella nada más; esa ella que mantiene mi corazón andando y cuya visión cada mañana lo mantiene unido a sí mismo, para no caerse a pedazos, mi consuelo, mi único consuelo y, aun así, desconsolado.
La visión se extingue tras un arbol y un muro, y yo, esperando a mi momento de gloria, cuando la saludo y sus ojos tímidos me responden con una caricia: "Buenos días."
Quisiera vivir siempre conteniéndome y tratando de no sufrir, pero... "mira, pero no toques", frase cruelmente verdadera, me haces daño. Quisiera amar sin necesitar ¿Es necesario que vayan juntos? Mi cabeza me dice que no, mi corazón me dice que no, pero luego se desdice y me cuenta que al menos a mi me pasa así.
Se acaba la visión y al mediodía llega mi noche, en que mi verdadero yo va a dormir para esperar a una nueva mañana, con una visión, mis cosquillas y mis sentimientos intocables. |