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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La fotografía y la máscara

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El hombre se miró en la fotografía y comprobó que sus cabellos estaban en orden y su traje impecable. A el le bastaba con ese retrato para constatar que era el mismo del día anterior y el exacto de la jornada siguiente. Por lo tanto, haciéndole un guiño a su retrato, se despidió de él y salió a la calle.

En ella se topó con un par de amigos que lo saludaron amablemente. Una vez que lo dejaron atrás, los tipos cuchichearon entre si:
-¿Te fijaste? Cada vez se parece más a su fotografía.
-Si. Es increíble lo bien que le hacen las luces y el desenfoque.
--Está claro que no utilizó bien su profundidad de campo.

El hombre, inmutable con su rostro enmarcado en formato veinte por veintinueve, llegó a su oficina y le dio los buenos días al portero.

-Buen aspecto tiene hoy, don Federico.
-Gracias, las emulsiones son cada vez mejores.
-Maravillas de la tecnología- repuso el portero, pensando acaso en el daguerrotipo de sus padres.

Sentado en su cómodo sillón, Federico hojeó una vez más su libro El retrato de Dorian Gray. Esta era una obra que lo apasionaba, ya que se asemejaba a su propia existencia.

-Señor Quiñones, es preciso que tengamos una reunión hoy. Le ruego que cite a todos los ejecutivos para las tres de la tarde.
-Así lo haré- respondió Federico y salió de la oficina muy serio. Echó una mirada a su pulcro retrato e hizo un imperceptible gesto de satisfacción.

Esa tarde se tomaron importantes decisiones, una de ellas, ascender a la gerencia a Federico Quiñones, quien, vanidosamente besó su fotografía en señal de triunfo.

Aquella tarde, al regresar a su casa, Federico tomó su retrato y lo colgó nuevamente en la pared. A cambio, sacó de allí la máscara engañosa, añosa y roñosa que representaba su rostro y se la colocó con desgano sobre sus huesos.
-Me engañaré como todos esta noche y tendré pesadillas- se dijo antes de dormirse, pensando en esa fotografía que tan bien lo identificaba.
Efectivamente, soñó que todas esas maravillosas cámaras reflex, la panacea de la eterna juventud, eran devoradas por un horrible monstruo que se llamaba Realidad…











Texto agregado el 01-12-2005, y leído por 279 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-12-2005 Genial, tu imaginación no tiene límites. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
01-12-2005 Excelente metáfora. doctora
 
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