Seis de la mañana, y tu pistola de marciano me apuntaba. Te escondiste en la noche como un cobarde, si, pues tenías a otros alienígenas detrás de tuyo. Me dirigía en mi carro alado de piernas de atleta, mientras transportaba a la diosa en dirección al Olimpo. Mi sonrisa de encanto contrastaba con tu sonrisa de venganza, pues mi carro alado siempre escapaba de tu venenosa pistola de marciano. La diosa lo contemplaba todo, no tuviste ningún respeto, no hiciste ninguna reverencia, sólo me pediste mi licencia terrícola, la que me hacía aterrizar y darme cuenta que soy de tu raza humana. Me esperabas, pues en la ida me burlé de ti. Me escribiste el poema más feo en tu ridículo papel, con letra de anciano. Te demoraste mucho tiempo, pues tu placer de tenerme detenido frente a mi lo saboreabas. No dejaste que mi carro alado migratorio llegara a su destino, en el maldito tiempo en que se rigen los humanos, aquel tiempo traidor y celoso que despierta al amanecer mientras abrazo la mitad de mi vida. Y tu pistola marcó 92. ¡Que me importa tu 92! Me lo sacas en cara, si en realidad fueron 110, y si hubiese querido hubiesen sido 140. Cobarde, en tu mísero papel escribiste mi pecado como si fueses el más cruel de los hombres, pero con letra de niña huérfana pusiste tu nombre y firma. Bastó que te hiciera recordar una sola cosa para que callaras tu ira, y comenzaras a hilvanar frases débiles de tu pasado. Tus alienígenas mientras tantos atrás jugaban al cachipún, justificando su presencia a las seis de la mañana.
Verde marciano de pistola venenosa, hiciste bien, gracias a tu estúpido placer has evitado que almas no se pierdan aún, has creado conciencia de la vida y por sobre todo has sacado una hermosa sonrisa de la diosa, te felicito. Has estrujado mi billetera, y me has hecho escribirte esto…..¡Orden y patria quédate con tu lema y a mi déjame con mi dilema.!