A todo el mundo le parecía una fría y apagada mañana. Hablando objetivamente, la mañana estaba más cerca de ser fría y apagada que de otra cosa, pero cuando interviene el estado anímico, a lo objetivo se suma lo subjetivo y una mañana fría y apagada puede ser; que te gusten los días así, o que te den ganas de llorar, que te apetezca quedarte en casa abrigado con una mantita, el optimista puede que comente “Pero cuando sale el sol calienta”, o el exagerado “Cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo”.
Pero aquella mañana, a todo el mundo le parecía fría y apagada. Lo que no sabían es que; en aquella mañana todas las parejas, novios, matrimonios de la ciudad se habían roto, separado, divorciado.
¿Qué pasó para que se diera esa gran casualidad? No lo sé. Lo único que puedo ofrecer son las consecuencias y aprender de ellas. Podría hablar del paisaje que dejó aquella especie de bomba atómica de “fisión”.
La gente salió a trabajar mirando al suelo y arrastrando los pies, tanto los dejados, como los “dejantes”, y es que la incertidumbre te hace mirar al suelo y arrastrar los pies. Nadie se percataba de que la situación era homogénea, todos estaban concentrados en el conflicto interno del miedo a estar solo.
Aquella mañana, como a un coche ahogado, le costaba arrancar. El sonido del amanecer era distinto, la ciudad no amenazaba con despertar. Se regaban las calles, pero los barrenderos no silbaban. Los bares abrían para el desayuno, pero no se oía la música de las tragaperras, ni de las conversaciones ahogadas. La calle empezaba a funcionar, pero no desalojaba el acostumbrado ruido de fondo que demuestra que todo vuelve a resucitar.
La gente llegó tarde y en cuentagotas a su puesto de trabajo e instintivamente renunciaban a las conversaciones matutinas frente a la máquina de café. Todo en la ciudad funcionaba, los cafés, los mercados, los parques, las peluquerías, funcionaban pero a un ritmo triste, yo diría que mecánico.
Aquella mañana hubo 54 accidentes de coche, en su mayoría por distracciones y con consecuencias sólo para los vehículos. 1.845 personas no fueron a trabajar, 153 pidieron la baja, 6 se despidieron y a 67 les despidieron. Hubo 284 ingresos en urgencias, 35 salidas de los bomberos, por 48 de la policía. Se consumieron 15.439 tazas de café, 63.572 cigarrillos y 5.846 copas de alcohol. Se dieron 9.584 apretones de mano, 1.351 abrazos, 547 besos y nadie hizo el amor...
Hubo bastantes suicidios e intentos de suicidio, pero prefiero no dar cifras como respeto, la mayoría eran víctimas de esta especie de “epidemia”... Hubo una señora, muy beata, que ante la naciente y creciente necesidad de separarse de su marido, pensó en el suicidio antes que caer en la vergüenza de que la viesen divorciada. Pero la religión tiene estas cosas, te genera la presión que te lleva a plantearte una acción definitiva y también te prohibe llevarla a cabo bajo la pena de un sufrimiento eterno...Al menos, la mujer no se suicidó.
Un Estudiante de diseño industrial había quedado en una cafetería con una compañera de la universidad, para ayudarla con la asignatura de procesos de fabricación. En realidad llevaba enamorado de ella cerca de un año. Pensaba declararse aquella misma mañana a la menor oportunidad y mientras removían el café con leche que habían pedido, la ansiedad le inundó y sentía el calor previo antes de confesar lo que llevaba tiempo escondido. Sin avisar, la idea se disipó y vio hasta tonta la situación. Sin decir nada cogió sus cosas y se fue. Había roto la relación antes de empezarla. Suerte para su autoestima, le hubiesen dado calabazas ¡A quién se le ocurre mezclar los procesos de fabricación con el amor!
Pero hubo más casos. Novios que anulaban ceremonias, parejas de echo que se habían deshecho, mujeres que abandonaban a sus maridos antes de llegar al orgasmo y maridos que dejaban a sus mujeres cuando ya habían llegado, y era indiferente la tendencia sexual, raza, nivel social, en este caso si que hubo una equidad total. A mediodía se había encendido la señal de alarma como que algo de fuera de lo común, estaba ocurriendo. La gente había empezado a comentar sus circunstancias y al coincidir empezaron a sorprenderse y asustarse.
Como siempre la prensa fue la primera en reaccionar. En cuanto se filtró el rumor, lanzaron a sus periodistas a la calle y sacaron ediciones especiales. Algunos periódicos abordaron el tema de una manera sensacionalista con titulares de esta guisa: “La ciudad se divorcia” “Extinción del matrimonio” “Un virus desconocido acaba con las uniones en nuestra ciudad”. Otros fueron más moderados, pero todos coincidían en que el tema era alarmante. Una vez informados los ciudadanos de cual era la situación. ¿Qué hacer y qué decir?. Cuando el que informa, el que orienta al resto de la sociedad, está desorientado, se entra en terrenos pantanosos. Algunas televisiones y periódicos salieron a la calle a preguntar, a hacer encuestas, a buscar pistas que arrojaran algo de luz. ¿Pero cómo haces si todos somos juez y parte, si todos hemos dejado o hemos sido dejados y no sabes donde centrar tu punto de mira?. Al final las informaciones nacían en hipótesis, y se hacían cábalas como que: habían echado bromuro en el agua de la ciudad (el agua embotellada se agotó), que desde aviones se había rociado con un gas desarrollado en laboratorios (mascarillas de todo tipo se agotaron), o que se había descubierto un satélite que apuntaba a la ciudad y que podía lanzar unas ondas que desinhibían (aquí ya no se supo que comprar). A veces, cuando no se tiene suficiente información, el secreto de la noticia está en coger un poco de verdad y engordarlo, las consecuencias es el engorde.
El ayuntamiento también reaccionó, tarde, porque tuvo que hacer plenos y votaciones, llegar a consensos y finalmente sacó a los chicos de Protección Civil a la calle. Quedaban muy bien en las esquinas con su peto naranja fosforito por si alguien les necesitaba, pero sonaba a una decisión ridícula. Claro, el ayuntamiento se vio en la obligación de actuar ¿Y a quién sacaba? ¿a la policía, a los bomberos?. Los científicos estaban trabajando ¿Pero mientras tanto? Una ciudad sin parejas.
Al segundo día de mantener una situación tan estrambótica; como vino, se empezó a diluir. Muchas parejas volvieron a reconciliarse, otras no volvieron nunca, pero surgieron nuevas. Poco a poco, la vida volvió a recuperar la normalidad y le gente empezó a ser gente de nuevo y no espectros...bueno, alguno quedó.
Volvió el ruido fondo, los barrenderos silbaban, las tragaperras sonaban en los bares y los amaneceres se volvieron a reconocer.
No sé que ocurrió en aquella ciudad, pero durante dos días, las pasaron canutas.
Que cada uno disfrute de vivir y ser libre, pero recordando que hacer banal la vida puede ser jugar a la ruleta rusa con ella.
Una curiosidad; la beata que pensó en el suicidio, nunca volvió con el marido.
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