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Ya pasaron aproximadamente dos meses desde que apareció el primer mensaje. No me pregunten como ni de donde salió. "¿A dónde?" se leía sobre el marco de la puerta. Ese mismo día apareció uno similar "¿Por qué ahí?". Están escritos en una tinta extraña, oscura, un verde, diría, mohoso. Preguntas similares fueron decorando mis paredes al pasar el lápiz de los días. Todas preguntas, incoherentes, de naturaleza ambigua, que parecían incompletas: Dondes, comos, porques, cuandos de respuestas ausentes. La primera vez fue a las seis y veinticinco de la mañana, y eso lo recuerdo con seguridad porque moría de sueño, pero no podía dormir devorado por la ansiedad. Lo que no recuerdo es el motivo de toda esa preocupación insomne y porqué no había cerrado bien las cortinas con lo mucho que detesto que haya luz cuando intento dormir. Luego de observar por centésima vez el reloj, clavé la vista en una mancha que se dibujaba sobre el marco de la puerta. Lo que parecía producto de una embriagada noche de desvelo tomó forma de pregunta. Me acerqué a la puerta para confirmar. No era ninguna ilusión. Toqué con desconfianza, pero no hubo manchas ni nada. El desconcierto volvió a la cama conmigo aquella madrugada.

Confieso que al principio era bastante entretenido leer las paredes. Pero a fuerza de repetición, los graffitis se tornaron densos y grises. Ya no había sorpresas tras las palabras, solo espacios aburridos sin indicaciones para rellenar... Aun así era bastante simple esquivar lo que estaba escrito en la pared. Bastaba con concentrar la mirada en un póster, o en la maldita luz espía que se cuela por entre las cortinas o en alguna ínfima partícula de polvo que navegaba el aire denso y viciado de la habitación. Mas fácil era mirar donde aún la pintura continuaba siendo de inmaculado pastel. O donde solo había manchas de humedad o estaba descascarada, donde solo se escribía el paso del tiempo. La falta de espacio fue creando manchones verdes desagradables . Un jueves decidí limpiarlos. En realidad me decidí un jueves, pero lo pospuse para el siguiente día, asustado por la cantidad de trabajo que me esperaba. Fuí probando con distintos productos. Primero,con un trapo mojado, pero el agua no parecía hacer nada. Froté un jabón con furia,hasta que me dolieron las manos por mis movimientos torpes y bruscos, pero las manchas no se desprendían de la pared por nada . Luego de enjuagar aquel enchastre resbaladizo, usé alcohol, detergente,quitamanchas... Tampoco hicieron mas que magullar mis manos. Nunca tuve la certeza de que fuesen a borrarse. Sin embargo seguía pensando, inmerso en desesperación, en que debía haber alguna forma de sacarlas de ahí, peleando la desesperanza y la idea de que debía convivir con ellas. La situación comenzaba a tornarse insoportable. Llegué a pensar en lijar y pintar nuevamente, pero..¿y si volvía a aparecer una y otra vez, y me hacía esclavo de pinceles y pintura? Para cerciorarme de si ese esfuerzo era o no en vano se me ocurrió tapar las paredes. De mi cuaderno comencé a arrancar hojas y a tapar los lugares que estaban mas a la vista. Ante mi total desconcierto el papel fue calcando el texto que cubría. Ya no supe que hacer. Había que encontrar una forma, debía haber una forma, de, al menos, facilitar nuestra convivencia.

En mis ratos libres, para diluir la amargura que me provocaban las preguntas, recopilé hoja por hoja lo que escribían las paredes. Armé una carpeta donde fui guardándolas, anotando la fecha y la ubicación. Después me dedicaba a diferenciar una pregunta de otra y las anotaba.Con el tiempo llegué a la conclusión de que no había ningún tipo de orden ni lógica, las preguntas aparecían a intervalos de tiempo dispares y en ubicaciónes aleatorias Para el ingenuo al que le interese, la carpeta de la "investigación" está en el tercer cajón del escritorio contando desde arriba. Sin embargo, la necesidad de actualizar y lo difícil que se hizo descifrar los contenidos me aburrió al poco tiempo. Evidentemente, no podía sacar nada provechoso de esta situación.

En esas tardes de archivar escrituras, el marcador indeleble que usaba me inspiró. Escribí en mayúsculas y bien grande, "NO SE" por sobre un grupo de preguntas apretujadas. Repetí la pregunta en todas las paredes, en distintos tamaños, en letra cursiva e imprenta, con distintos colores...Era una idea bastante estúpida, lo reconozco, pero a situaciones sin sentido , soluciones de la misma índole. Luego de tapizar las paredes, me tiré sobre la cama, harto de todo y me quedé dormido. Me olvidé de mencionar que dormir se hizo uno de mis pasatiempos predilectos.

Al despertar, lo primero que hice fue observar ilusionado la pared. Un "¿POR QUÉ NO SABÉS?" atravesaba la pared de lado a lado. Era una actitud totalmente infantil, buscarle el porqué a todo obviando los NO ya recibidos, como si con una torturante insistencia se lograse el cometido, un cometido que hasta el día de hoy me resulta desconocido. Las letras, todas desprolijas, garabateadas, apretadas y tachoneadas me daban nauseas. Mi cabeza latía ante ese asqueroso pastiche, aquel papiro de incoherencias caprichosas. Ya no daba más, me iba a enfermar, me iba a enfermar si seguía leyendo esa porquería. Ya no había espacio vacío en el cual fijar la vista ,hasta el piso y el techo estaban tapizados. El único momento en el que encontraba alivio era al cerrar los ojos. Solo tras la cortina de mis párpados hallaban consuelo mi estómago convulso y mi mente pastosa, increíblemente lenta ya a esa altura. Tenía la tranquilidad de que esas preguntas continuaban acumulándose, peleando salvajes por un espacio libre en el cual desparramarse, anulándose mutuamente y volviendo a aparecer, pero yo, yo ya no las leía más. Con el transcurso de las horas, de los días, de las semanas, me fui acostumbrando a la ceguera voluntaria. Mis ojos se volvieron perezosos y todo recuerdo o inquietud visual fue perdiendo nitidez hasta ser solo manchas amorfas y dudosas, como las de la pared, momentos faltos de sentido o finalidad. Era un dormir eterno, solo que se habían escapado las ideas y ya no correteaban por ningún sueño. La luz exterior no me molestaba más tampoco. Para moverme, alcanzaban las viejas suposiciones y un poco de metodismo. Con aproximaciones dibujé un mapa mental. El piano a la derecha de la puerta, a su izquierda los placares y nunca olvidar el escritorio que entorpecía la ruta hacía la ventana a la que me acercaba cada tanto, cuando quería tomar aire.

Lo curioso es que, al cabo de unas semanas, siento la imperiosa necesidad de plasmar en palabras todo lo sucedido. Ahora me toca a mi escribir. Tuve problemas para encontrar el lápiz y papel necesarios para narrar mi experiencia, pero trastabillando entre las sombras, chocando con un sillón, lo logré.

Sepa disculpar, ocasional lector, que las palabras que aquí escribo empiecen a devorar sus paredes y a manchar sus retinas al despertar, comer, viajar, trabajar, dormir...Sepa perdonar todas las dudas que de aquí le surjan. Pero lo único por lo que no puedo excusarme es por esas preguntas que no son mías, quizás son de nadie , que viajan de pared en pared, de mente en mente o que surgen espontáneamente, detonan ante situaciones de lo mas triviales, quizás igual de paradójicas o incongruentes como lo que le relato. O al mirar al cielo y admirar el vuelo acompasado de las gaviotas, y las nubes, tan románticas en ocasiones y tan amenazantes en otras o en alguna larga caminata por pasillos, al aire libre, una habitación vacía, una calle céntrica gris, otra gente con sus interrogantes, fruto de observar y observar, de aquel vicio tan reprochable, tan malditamente humano, de buscar en donde no hay nada...solo preguntas sin respuestas. No, señor, simplemente no puede culparme de eso.

Texto agregado el 30-11-2005, y leído por 284 visitantes. (0 votos)


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