Siempre recuerdo a mi abuelo, de hecho esta presente todos los días en mi vida, como un guardián. Me corrige, me guía. Lo cierto es que le debo mucho. Fue una fuente inagotable de valores, de sabiduría, de entrega, de corrección.
Era un hombre lleno de historia y cuentos, muchas eran mentiras, creadas por el para amenizar. Otras en cambio llenas de verdad y enseñanza.
Lo cierto que hasta el día de su muerte fue un caballero, sabio y mágico, se encargó que su muerte no fuera triste, que no dejara ese dolor agregado que dejan las personas muy queridas cuando parten. Ese vacío que nadie puede llenar.
El decía que la muerte no era el fin, que al contrario era el comienzo de otra vida. Recuerdo una de aquellas teorías que tenia, de esas que en un principio no sabía si eran verdad o una más producto de su inagotable imaginación. Según el, la gente cuando está a punto de morir generalmente tiene alucinaciones. Estas siempre están relacionadas con personas que ya murieron, es decir; en su lecho de muerte ven gentes que ya partieron, y que solo son vistos por ellos.
Creo que había algo de razón en esta teoría. Las personas que están cerca de la muerte dicen ver personas, siempre personas que ya murieron, por lo general cercanas al moribundo. Mi abuelo planteaba que estas personas no tenían visiones propias al delirio, si no que en realidad si eran visitados por personas o familiares ya muertos, como una forma de hacerles el paso al mas allá mas fácil.
De hecho el mismo antes de morir según algunos tíos que estuvieron en ese momento, escucharon a mi abuelo en su lecho de muerte, en murmullos mencionar que en la habitación estaban algunos de sus hermanos que ya habían muerto. En cierta medida creo que el mismo pudo comprobar lo que planteaba.
Acá estoy pensando en esto, recordando a mi querido viejo. A lo lejos escucho la voz de una paramédico, me habla y me pide que no cierre los ojos, que le cuente cosas de mi. Intuyo el por que no quiere que los cierre, al hacerlo podría caer en coma, y eso seria fatal. Pero la luz del pabellón de urgencia es tan fuerte que me cuesta mantenerlos abiertos. A penas siento mi cuerpo, pero por lo que escucho debe de estar destrozado, casi nada recuerdo del accidente.
Mis ojos ya casi se cierran. De improviso entre hombre y mujeres empapados de mi sangre veo un rostro familiar, abro bien los ojos para estar seguro. Mi corazón se acelera y una alegría infinita me recorre, ya no hay dolor. Mi abuelo me sonríe al lado de un medico, me mira con ternura, sonríe y me hace una mueca como siempre lo hacia. Recuerdo su teoría, la de los muertos y creo que el viejo tenía la razón.
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