Sabes que te necesito, que necesito tu amor, todos los días, sin parar. Sabes que tu aliento embarga mi sed y destruye mi amargura. Sabes que el círculo se cierra cuando estamos juntos. Sabes que el último cigarrillo lo apagas tú. Sabes lo que yo no sé y lo que nadie sabe.
A veces estoy demasiado cansado para notarlo. A veces no estoy, a veces no estás. Una sombría canción envuelve de frío mi cuerpo despellejado por tus manos. La oscura respuesta a toda interrogante: tus labios rojos y tu cabello iluminado por la brisa ardiente de las olas tristes que acompañan a la desolación de esta playa desolada, estas piedras de misericordia ensalzadas con la palabra que escapa de tu boca sin emitir sonido.
Rara vez estoy despierto cuando tú lo estás. Rara vez camino descalzo por los cristales que, a sabiendas, destrozan mis pies. Se fumigó la eterna sonrisa del alba milagroso que compartió nuestra saliva. Un acertizo voraz que, sin embargo, cobija mi esperanza dentro de un cofre gaseoso y reluciente de espasmos carnales.
Cuando amanezca no habrán más explicaciones. Cuando anochezca la luna fomentará la lágrima que no deja ser exterminada. Cuando aparezca el primer bosquezo de amarillo en la sangre. Cuando mi agotado compañero se pierda entre el coral desechado. Cuando ya no quede nada más que decir.-