Alumbran mis letras
con tristeza sensual.
Lágrimas negras
que suelta mi alma.
Dibujan sombras
que titilan,
pequeños fantasmas caprichosos
que rondan mi farol.
Lumbres misteriosas,
heridas de melancólicos recuerdos,
alumbran.
Voces de antiguas historias
cargadas de dolor
amansadas por el tiempo.
Soy conciente,
Vida tiempo y muerte.
Silenciosos abismos
que absurdamente empujan
a seguir en la inercia de existir.
Y vergüenza tengo
al dejar temblar la flama
y a mi alma flébil arrastrándose
en los ásperos escalones de la nada.
Conciencia y vergüenza,
astillas filosas
incrustadas en las entrañas,
heridas que se abren,
que se cierran,
que sangran sin pudor.
Olvidos que no suceden,
recuerdos que golpean sin parar.
Lumbres misteriosas
alumbran mis letras
con tristeza sensual
y alrededor de mi farol
esos fantasmas,
sombras caprichosas que bailan
entre la lumbre y mi conciencia.
Y el dolor, el recuerdo,
piedra que tañe
el cajón templado
de mi alma.
Así,
en un todo,
rodeado de noche,
en la penumbra,
a la sombra de la conciencia,
que me sigue implacable,
cada latido,
cada impulso de las lágrimas,
cada grito callado,
alaridos desesperados
que gritan su nombre.
Así, en un todo,
un yo,
inmenso y agónico,
universo y miseria,
conciencia y muerte.
Un yo muy humano,
desplegando mis brazos
sin poderme resignar...
¡Y, volar y volar!
¡Volar entre los sueños
más allá del bien y del mal!
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