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Inicio / Cuenteros Locales / Rubula / Las venas abiertas de una mente en conflicto

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Rodeado de colinas verdes, y césped cortado con mucho esmero, el Palacio que tengo a mis espaldas, es un clásico de la Arquitectura del Siglo XVIII. La construcción del mismo, es de mármol. Su fachada muestra una brillante interpretación de los modelos italianos, adaptados al trabajo en ladrillo; se articulan en tres pisos con el número de vanos creciente en altura.
Los espacios esplendorosos y la inspiración cartesiana serían los protagonistas en la búsqueda de la perfección simétrica y de una perspectiva guardada por tilos, robles, álamos, fresnos, cerezos o hayas, ante la que la vista se pierde. El eje visual que se propone quiere dejar sentir su rango de absoluto: su principio, en el castillo, y su fin, en el infinito.
Me encuentro sentado en un banco de mármol y ante mí una mesa ovalada. Un gran ciprés cubre el lugar.
-Carlitos, ayúdame, atino a decir. Un médico esta sentado a mi lado, el cual me habla en forma cariñosa y trato afable.
-¡¡No!! - Me niego a recibir ayuda.

Mi refugio.
Una pieza cuadrada y simétrica, no posee ventanas ni puertas. Es mi fuerte mi refugio, mi lugar. Siento la presencia de mi hermano Carlos, pero no lo veo, sin embargo siento como que esta conmigo. En algún lugar de mi memoria, tanto tiempo olvidada y jamás reconocida.
-¿Porqué estoy aquí? Es que ya no pasé penurias y castigos, ¿Qué hice para estar aquí?
Mi hermano mira a trabes de una ventana, que no se donde la sacó, pues esta pieza no tiene ventanas ni puertas. Me observa y me mira con cariño. Soy un niño asustado y temeroso. Sobre mi cama de madera me acurruco tapado con una manta. Tirito de frío, pero no porque lo haya, sino por miedo.

La ventana.
Observo a mi hermano acurrucado como un niño desvalido en la cama, y mi vista no deja de escudriñar. Cuando veo la ventana, observo porque mi hermano esta donde esta.
Me apiado de él.
Carlos.

El mundo.
El Penal era el centro de presos políticos por excelencia. Estaba ubicado en el corazón de Punta Brava. Se le dice así por los inclementes cambios de temperamento del Dios Eolo. La entrada principal era un patio, donde descargaban a los prisioneros políticos. Ocupaba una manzana cuadrada generosamente hablando, en si es más que esa extensión donde se hallaba.
El patio era precedido por la parte administrativa del penal, seguido por el complejo celdario en si. Luego le seguía un patio, donde nos dejaban pasar una hora en la mañana y otra en la tarde. Al fondo estaba las oficinas de los médicos de la prisión.

La ventana.
Observo a mi hermano como lo llevan en brazos dos militares al centro médico. En él, un habitáculo grande de dos pisos y una fosa, una sala de interrogatorios. Hay una especie de silla eléctrica, y al costado tinajas de agua. Los someten bajo presión dentro de una de las tinas. Lo dejan unos días. Luego otro calvario, los médicos le doblan los dedos de las manos.
Lo miro a mi hermano, tiritando como niño con miedo en la cama, en esa casa que el mismo diseñó. Una lágrima me cae por la mejilla.
Carlos.

La juventud.
Fui producto de una época nefasta. Recuerdo a mi padre como me castigaba, todavía era joven. El maltrato que fui sometido, y la gestación de revuelta que se daba por esa época en mi país, me llevaron a ser lo que fui. Un guerrillero. Luego morí.
Ahora me encuentro aquí, en este lugar, dicen que es para mi bien. Pero no quiero ayuda. Quiero a mi hermano Carlitos, me venga a rescatar.

El Hoy.
Me encuentro sentado en un banco de mármol y ante mí una mesa ovalada. Un gran ciprés cubre el lugar.
-Carlitos, ayúdame, atino a decir. Un médico esta sentado a mi lado, el cual me habla en forma cariñosa y trato afable.
-¡¡No!! - Me niego a recibir ayuda.
El Señor me dice que fue por mi bien, por lo que paso, hace poco tiempo. - Carlitos, ayúdame.

La pieza.
Siento como golpean la puerta, que mi hermano no la ve. Los policías a caballos golpean.
-¡Salga!
Veo una plaza. Los coches bombas, granadas de humo, personas corriendo y arrolladas por los pies de los caballos de los militares.
Mi hermano mayor, es un niño desvalido y temeroso, acurrucado en la cama tapado con una frazada. No es que haya frío, Siento el miedo de él.
Esa memoria fracturada, ese repensar la reformulación del tiempo y sobre todo la relación entre la sensación de amnesia generalizada del presente y la obsesión con la memoria reformulan nuestra relación con el espacio y sobre todo con el espacio cargado de historia.
Carlos.

El Hoy.
-¿Vieron que tiene?, atino a decir al Señor.
-Si. Me dice El.
-Vuelve.
La relación entre trauma y memoria o entre memoria traumática y elaboración o duelo puede y muchas veces se concreta o termina configurando espacios y temporalidades específicos.
Me despierto en la cama, cansado pero feliz encontré a mi hermano, luego de bucear por los recovecos de su mente perdida y trastornada, pero no olvidada.

Yo, Carlos

Texto agregado el 28-11-2005, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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