Bajo una vida de crueldades, su piel aún mantenía esa lozanía infante, mientras recorría una galería de sueños que nunca dejaría. La habían asignado a un instituto de menores por el grado de retardo que poseía; acorralada ante el abandono de su madre, junto al deterioro espiritual y ético de las autoridades del establecimiento. Rodeada de carencias afectivas; malos tratos; vejaciones, e infinidad de gestos inhumanos; la vida se le renovaba en infinitas posibilidades de pureza y sentimientos. Todo le había sido adverso; bajo esas facciones de asombro, deambulaba como un ángel tiznado de bondades, miedos y cuestionamientos que ni siquiera uno comprendía: ¿De quién era ese mundo en el que no había lugar para su vida; ni para el de tantos otros seres carentes de significados valederos?. Sin embargo nunca dejó de perseverar en sus acciones, para tratar de ornamentar los sueños. Fue víctima de abusos, de los cuales salió a flote; alejada de esa sociedad “normal” por miedo a los contagios, o tal vez a la sumatoria de conciencias que a todos moviliza alguna discapacidad. Creyó en su fuerza interna, la que hizo crecer su voluntad y experiencia, para pensar que imitando a otros, dejarían de notar sus deficiencias. Entonces los muros de la hipocresía comenzaron a edificarse, en una realidad increíble de humanos. Pudo comprender, en su incapacidad, que el “hombre” no era sólo un ser bondadoso y tierno, sino, por lo contrario, un adversario; temeroso y huidizo de lo ajeno, que sin embargo le era propio. Así fue soslayando la posibilidad de parecerse a lo que más había querido ser: “un otro igual”, para concentrarse en ella y la construcción de una familia. Luego el matrimonio; un hijo, el cual los médicos aconsejaron abortar, por tener la certeza de que nacería también con deficiencias congénitas; su fortaleza para seguir adelante; los días abriéndose en un abanico inimaginable de placeres; sus logros; la crianza del bebé; esa comprensión de una realidad adversa que había logrado superar; en definitiva: Toda una vida...


Dicen que en un matrimonio con retardo mental, sólo un hijo de diez, puede acarrear la misma enfermedad; ¿Para pensarlo, no...?. Reflexión elaborada sobre la base de una película vista.

Ana Cecilia. ©