Hubo un vil instante en que dudé, no supe si sería en ti un escape, un juego o una realidad. Nunca sentí que llegarías de esa manera, que llegarías tan de pronto, incluso destrozando todo lo que yo consideraba bello. Te atreviste sin saber lo que es valentía, sin saber de decisión, simplemente lo sentiste y te enfrentaste a un muro, a la rabia, a las defensas de un ser dispuesto a protegerse de cualquier rufián malintencionado.
Nunca le habría entregado esto a un intruso y menos si se aproximaba tan de prisa.
En mi inseguridad te probé, te dañé, te hice sufrir y llorar, te hice creer que nunca sucedería, pero no pensé en descubrir una enorme ilusión, una magna esperanza, la entrega en persona. Te acercaste sin armadura, sólo al descubierto con tu espíritu y la mejor arma que ni sabías que posees, ni sabías lo que hacías y eso te daba la pureza máxima, no sabías por qué lo hacías ni las consecuencias posibles y eso te dió la inocencia máxima.
Tú, la única capaz de dejar su orgullo, su imagen, su pasado, sus errores, la única que pudo perdonarse a sí misma y perdonarme a mí.
Ahora ya no puedes escapar y nunca podrás salir de mí. Te tengo apresada en mis brazos de amor, pues ya no eres más tuya, sin embargo, lograste deshacerme de mí, me tienes en ti. Quedamos iguales, devolviste con toda naturalidad el daño causado y estamos empatados. No te percataste de la magnitud de los hechos y simplemente te lanzaste a tus deseos, te lanzaste a buscar la vida. Me encontraste, me hiciste voltearme y ya no puedo sacarte la mirada, la atención, mi todo.
Estamos siendo uno por fin y lo continuaremos viviendo en la experiencia, ya sabemos que en este estado no importa el peso, ni la altura, ni el ancho, ni las dimensiones. Eso quedó atrás como quedó también la duda, la soledad y el desencanto.
Nuestro frutito refleja la intensidad de lo que tanto quise hablar, sin palabras te bastó la mirada, te bastó pararte en frente mío y tiritar dadas mis preguntas. Nunca manejaste el lenguaje a tu antojo y ni siquiera te preocupaba poder hacerlo, porque bien sabías que tu amor tenía un receptor que tampoco conocía dialogar.
Ya no hay muro, sino una entrada que atravesaste. Ya no hay dudas, sino soy yo quién te convence de lo que haces y te muestra tus propias capacidades.
Tonteras no cambiarán el rumbo, ni disgustos, ni tropiezos.
Nuestro reino ya está formado porque ahora es multitud. Tres son multitud, el fruto cayó desde lo mejor de nuestras vidas y no nos importa si es o no prestado, simplemente está y es el primero de un gran ejército que viene en camino, que espera su espacio, sus reyes y ser enseñados para ayudar el perdurar de lo que estamos intentando mejorar.