Se murió el compadre Lucho. Años estuvo esperando frente al Cementerio General para ver pasar el cadáver de su enemigo. La muerte, de tanto toparse con él, lo invitó un día a conocerla de cerca y él parece que se sedujo con la flacuchenta porque le vino un patatuz y ¡hasta la vista Baby! Se murió la Rosa Herminia, la misma que desde el año 1973 cargaba con la pesada cruz que significaba para ella la muerte de su esposo, un militante de la UP desaparecido en acción. Juró que cuando estuviese frente al féretro de ese odiado enemigo, lo escupiría diez veces (¿de donde iba a sacar tanta saliva la viejuja?)como si con esa acción se pagará de un siglo de afrentas. Nadie puede negar que su esposo, el guatón Pérez, era harto comunacho y le gustaba arrastrarle el poncho a los momios...pero todos los muertos son buenos y mucho más si se hacen humo,porque cuentan que el gordo fue visto en Suecia con una rubia que ni te cuento. Se murió mi tio Sergio que era el enemigo más enconado del susodicho. Decía que cuando el vejete se muriera,iba a mear en su tumba y que estaba guardando orines si por algún motivo se enfermaba de la próstata. Claro que se enfermó de la próstata. Un cáncer maligno terminó con sus sueños de venganza y el viejo muy bien gracias. Se murió Pablito Cárdenas, un caballero muy educadito que pronunciaba todas las eses y que cuando hablaba,más parecía costarricense que chileno. Bueno, en su lengua tan correcta decía que "la patria no se merecía a esos hijosdesusmadres que tanto daño le habían hecho al pueblo" y que el "día que se muriera el viejo desgraciado" él iba a bailar una animada cueca en la Plaza Italia. Murió atropellado el pobre Pablito, una noche que andaba de chingana y lo sepultaron en uno de esos cementerios parque que más parecen piscinas sin piscina que camposantos. Se murió el Chavo Cortés, un obrero de la construcción que odiaba todo lo que oliera a dictadura, empezando por la suegra que lo tenía de allegado en su casa y que por ese motivo lo mandoneaba a cada rato. Se la tenía prometida el Chavito: Cuando se muera la vieja, le juro compadrito que me subo arriba del ataúd a bailar cumbia. Y cuando se muera ese...(irreproducible)voy y me pongo a gritar como condenado ¡Vivaaa Chileee! lo mismo que si el Bam Bam hubiese metido un gol de cabeza en el último minuto del partido. Póngale la firme patrón. La cirrosis se llevó del brazo al pobre hombre y el viejo, como tuna.
Por último se murió la Esperanza, enemiga número uno de los milicos y todo porque para el golpe se la llevaron presa porque pertenecía a las JAP. Dice que la torturaron durante una semana preguntándole donde había escondido los pollos y la harina. Por eso y por muchas otros asuntos que le revolvían el estómago, se juramentó a esperar que pasara el cortejo de su odiado enemigo y cuando estuviese frente a su carroza, se pondría a cantar la Internacional a voz en cuello. Ni Internacional ni que nada. Una trombosis fulminante se la llevó de un viaje y ahora debe estar solfeándole el himno a unos cuantos asombrados arcángeles. El hombre, más loco que una cabra pero sano como un bebé.
Y así, se murieron toditas estas personas y se seguirán muriendo muchas más y absolutamente todas con el sueño truncado de ver pasar el cadáver de su enemigo. Yo no digo nada. Sólo sé que en las buenas películas de acción, el malo siempre se muere al último. Y este largometraje no tiene para cuando terminar, por lo que parece.
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