Me paso cada día de mi vida drogado. Cuando no tengo la droga que deseo, que anhelo, el mono se apodera de todo mi ser y no para hasta obtener una nueva dosis.
Tú eres la droga que tanto anhelo. Cada día que paso sin verte, sin enredarme en tus dorados cabellos, sin enraizarme en tus ojos azul celeste, sin probar el dulce veneno de tus labios, sin disfrutar el fresco aroma de tu piel, son un tormento para mí.
La suave textura de tu piel, tus frescos, tiernos, carnosos labios, veneno inmisericorde, luna de mis sue~os. Tus oídos, laberinto que pierde a mi lengua mientras, entre jadeos, te susurro palabras de pasión. Tu cuello de forma perfecta, círculo interminable que exalta mi apetito de lujuria. Tus hombros desnudos, eróticos paraísos de sensibilidad. De ahí voz bajando, lentamente, reconociendo cada punto de tu piel.
Adoro tus pechos, los recorro con suavidad, juego con ellos mientras se endurecen, se erizan, me detengo cerca de su luna, la rodeo lentamente, con mi lengua, mientras que con la mano aprieto tus pechos, tiernos, suaves. Utilizo mi lengua para recorrer sus lunas llenas, hermosas, con sus prominencias que no paran de crecer. Las toco con mis labios, acojo el pezón en mi boca y lo dejo escapar. Sigo masajeando tus pechos, en círculos, los aprieto, un poquito más. Mis u~as se clavan como punzones en tus senos.
Nuestras piernas se entrelazan, aprisionas mi muslo que se cuela entre tus piernas y se mueve rítmicamente mientras mi lengua juega con tus pezones. Los atenazo entre mis dientes y jugueteo con mi lengua.
Es un juego lento, rítmico. Los suelto y subciono con mi boca mentras mis manos mantienen tu pecho, los masajea y aprisiona fuertemente. Ambos cuerpos bailan cadenciosamente.
Libero tus pechos. Recorro su aureola con mi lengua, mordisqueo suavemente tus pezones y los subciono. Los dejo descansar.
Exploro tu cuerpo, su húmedo aroma, con mi lengua. Mis u~as recorren lentamente sus lados, juguetean con tus pezones, aprisionan tus pechos, los envuelven.
Mi lengua recorre tu pozo de vida, cercado de erizadas texturas de carne rosada, jugosos elixires emanan encabritando mis sentidos más racionales hasta haceme perder la cordura.
Un deseo incontenible excita mis sentidos. Mi lengua inexorablemente recorre lentamente, saboreando, reconociendo, los peque~os montes, la colina más hermosa, revelando su tierno interior, deseándolo y disfrutándolo suavemente, lentamente, descubriendo un magma de pasiones que se encadenan rítmicamente, escalonadamente.
Los dientes, suaves tenazas de terciopelo, atrapan ese creciente magma incandesccente, abrasador. Lo atenazan suavemente y lo dejan escapar en plena convulsión. Mientras, la lengua explora los montes circundantes, prominencias sensoriales, carnosas voluptuosidades, que encierran un hermoso y dulce valle salado, por cuyos vericuetos mi lengua avanza sin descanso, explorando cada uno de los pantanosos senderos que lo recorren.
Y de a poco penetra en una oscura cavidad, volcán de vida pasional, enjambre de voluptuosa belleza y sensibilidad.
Penetra suavemente, tanteando sus paredes interiores, profundizando y saliendo nuevamente al hermoso valle para deleitarse en el incandescente magma, atenazarlo y saborearlo para bajar de la colina al valle y desde el valle sumergirse en el volcán en eurupcin, sucumbiendo a su sabor, exaltándose.
Y mientras mis manos recorren tus pechos, mis dedos juegan con tus pezones, mis u~as se clavan inmisericordes en tus pechos.
La lengua entra y sale acelerada, disfrutando el jugoso valle, del rocìo impregnado, del aroma del todo.
Sube a los montes para llegar a a colina y presionarla haciendo salir el magma rosado que abraza con suavidad y acaricia acelerando el ritmo, siguiendo de cerca su intensidad.
Espasmódicos terremotos convulsionan el paisaje. Los montes tiemblan, el valle se inunda con la lava del volcán que exhausto abre su boca expulsando sus calores.
La colina se agita, mi lengua excitada no para de acariciar el magma que retengo en mi boca y subciono, jugueteando obsesivamente, una y otra vez, con mi lengua.
Lo expulso, mi lengua cae sobre el y lo aprieta, lo recorre insaciablemente, velozmente, sin parar.
Todo tiemblea, las monta~as, el valle, el magma ardiente y el volcán a punto de explotar.
Mi lengua no puede parar, continúa sus maníacos movimientos. El terremoto arrecia, se enfurece, la naturaleza pierde el control.
Una locura desenfrenada se apodera de la totalidad y en un instante el volcán explota, expele su lava que inunda el valle y humedece los montes. El magma, roto, se cobija bajo el abrigo de la colina.
Las últimas convulsiones agitan los montes y la calma va apoderándose lentamente del todo.
Mis labios besan tiernamente los montes y su colina, tu pozo de vida, tus pechos, tus pezones, tu cuello...
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