-Agorafobia-
Mirar por la ventana se me hace insoportable, me eriza la piel y me sudan las manos, casi es un total martirio a mi vista, a mis ojos. Mi cuerpo se ve envuelto por una sensación de desamparo al percatarme de mi vulnerabilidad, de la delicadeza y fragilidad al verme tan expuesta. Puedo percatarme, atrapar con mi vista a aquellos fantasmas que deambulan de día, en horas nocturnas, fantasmas que ven como tabú al sueño, que idealizan el insomnio, seres carentes de tiempo.
He llegado a un estado de desamparo, locura, estrés por no querer cerrar mis parpados por no poseer absoluta tranquilidad. Suelo ver peligros donde otros no ven, donde otros son ciegos; rincones, sombras, incluso ocultos tras variadas figuras y cuerpos. Comparado a una moneda de 2 caras, un positivo y un negativo, día y noche, yin y yang.
Me es imposible no tomar una actitud precavida, una actitud relajada y ociosa. Las preocupaciones me atormentan hasta el punto de temblar al tener que tomar la manilla de la puerta que da a la entrada. Lo mas lejos que he podido llegar, la mayor distancia a la que he podido caminar ha sido pisar el tercer el tercer peldaño de los escalones luego de haber pasado por el marco del portón. Siento como si el mismo cielo se me viniese encima, me siento mareada, me siento desfallecer. Mi cuerpo solo quiere regresar a la fortaleza de cemento que tan bien conoce.
El nerviosismo es habitual, aceptado, me he acostumbrado a el, a la sensación de ahogo producida al ver a través de las ventanas, sensación y tormentos que solo puedo olvidar en el sueño, momento donde puedo desprenderme de mi conciente y creerme nada.
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