Avanza despacio por el largo pasillo, quisiera correr y dejar de escuchar el ensordecedor ruido de sus propias pisadas, pero su angustia pesa demasiado. Han pasado dos, quizá tres días, pero aunque hubieran sido cien la imagen sería igual de nítida, no puede borrar de su mente el momento en que encontró a su compañera en plena crisis nerviosa. Ahora que lo piensa el sonido de sus pisadas recuerda demasiado al golpear de los puños en la puerta del baño, también al susurro de las lágrimas por sus mejillas, era una mezcla, así suena la rabia.
La puerta parecía de acero, empujaba con todas sus fuerzas pero el tiempo que demoraba en abrir la pareció infinito, el chirriar retumbaba en sus tímpanos, que aún recordaban el golpear de las pisadas, en estos momentos cualquier sonido se multiplicaba por mil en su interior. Al fin entró. De frente, medio oculto por la mesa de ébano, con el pelo bien repeinado en un fallido intento de ocultar la inminente alopecia, la miraba fijamente invitándola a sentarse. Ella trataba de evitar las arcadas que le producía su mera presencia.
_ "Sientate chiqui", dijo con su perturbada sonrisa.
_ "Estoy bien así"
_ "Sientate", soltó él desafiante._ "Verás, hemos estudiado tu petición para el aumento, tienes que tener en cuenta que tu situación aquí es afortunada, desde que llegaste has aprendido mucho, te relacionas con personas que ni siquiera imaginabas que existían, una clase social muy por encima de ti, entiendes? - ella le observaba incrédula, sorprendida. Él continuó_ "El caso es que yo he hablado de ti favorablemente..." poco a poco se fue incorporando, seguía hablando, pero ella ya no le escuchaba, sentía sus pasos acercándose por detrás con una seguridad aplastante, una seguridad que poco a poco iba mermando su estima. Sin saber el motivo en su mente comenzó a resonar una canción "... alma mia siempre en guardia vigilando mis entornos, dia a dia mitigando los abusos y sobornos... y que dejan una extraña confusión en mis sentidos, alma mia que daria por volver a verte libre sin espinas dolorosas de misiones imposibles, como antes por delante de mis sueños y quimeras, anhelante de entregarme como fuera y donde fuera...". No tardó en sentir las manos de él en sus hombros, las nauseas se apoderaban de ella, "no me toque" (dios¡¡ por qué no escucho mi voz?), las lágrimas abrasaban su garganta formando un nudo que la ahogaba. Como pudo se zafó de sus manos y sin dejar de mirarle se desplazaba hacia atrás. Sólo quería gritarle que la dejara. Él avanzaba lentamente sin parar de hablar "no te pongas nerviosa chiqui, sabes que yo te quiero mucho...". El temblor de su cuerpo se podía respirar, ya quedaba poco para llegar a la puerta, para que sus manos alcanzasen sus pechos. La puerta permanecía cerrada. Ella incapaz de pensar en otra cosa que no fuera la rabia, la impotencia, la ansiedad que dia a dia la iba consumiendo, su voz solo se escuchaba en su interior, gritando desgarrada que no, que no la tocase, que la dejase ir. Se maldecía a sí misma por no sacar fuerzas, por quedarse inmovil, su cerebro era incapaz de emitir impulsos al resto de su cuerpo. Por fin alcanzó a abrir el picaporte y ya expuesta al resto de compañeros volvió en sí y comenzó a andar. Ahora escuchó claramente la voz de él _ "Pero quién te crees niña, te ofrezco una oportunidad y te pones así, no tienes futuro¡".
Frente a ella el trabajo continuaba, la claridad del exterior entraba para alumbrar a aquellos que no levantaron la mirada de sus mesas, que se agachaban a abrir un cajón.
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