Lo encontró antes de que el árbol fuera bosque,
mucho antes de nombrarse y de quererlo.



Caminó el desconcierto con firmeza,
con la mirada lo cruzó de lado a lado,
como palomas desplegó sus pechos
y la memoria de la piel humedeció la espera.


Con ansiedad trazó una ruta hacia el abismo,
la falda se hizo de agua entre sus piernas,
llevó labios y lengua a su destino
hasta alcanzar la sed de aquel extraño.


Él tensó el viril arco de su espalda
girando en el aire como un lobo,
trepó hasta sus senos con urgencia
para beber de los dos hasta marcarlos.


La camino de norte sur a puro beso
hasta alcanzar las grutas de esa hembra,
capturó con los dientes su gemido
y le quebró la garganta de un abrazo.



Lo miró sin nombrarse ni quererlo
Y con un guiño de placer le dio la espalda.





© Cristina Chaca