Hoy te vine a hacer una visita. Leí uno a uno tus mensajes y recordé –pues casi lo había olvidado- el por qué te había llegado a apreciar tanto.

Entre las frías notas que intercambiamos sin conocer nuestros rostros, te he elegido para amigo. Y me ha revelado en tu amistad que existe un panorama mental muy similar al mío.

Siendo lobos de distinta manada, nos vimos en un breve instante, y en ese segundo nos supimos hermanos…

Así, acudiendo a este sentimiento mutuo te revelé mi vida. Abandoné ese silencio oscuro que hasta este día había mantenido mis días tranquilos. Y el aullido interno estaba ahí, quieto, esperando por ti para existir.

Esta es la razón de mi carta: agradecerte que nos hayamos descubierto… Que compartas conmigo tu trocito de cielo que hoy tienes, que escuches mi trocito de infierno que en las espaldas llevo.

Nací poeta, nací mujer, nací loba… Y me gusta la soledad, (se que lo comprendes) y me gusta tu compañía. Soy humana pero no quiero serlo, soy guerrera aunque vivo en calma.

Te vi desde un risco, lamiendo tus heridas al lado de tu loba. Me alegró tanto que así estuvieras… Me dije que habrías de formar tu manada y viajarías de hoy en adelante en soledad acompañada. No dudo que protegerás lo que amas.

Y ese pequeño paraíso que contemplé renovó mis energías, me dio la sensación de que todo se puede, que algo nos queda a los otros lobos.
Me despido amigo por hoy, pues te daré otras cartas, tantas como tu las leas. Viaja siempre hacia la luna más bella y no dudes en que en esos parajes nos encontremos, aullaremos juntos aunque estemos lejos.

Para Canis lupus, un reconocimiento