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Corteza de gato.

Su madre era una persa de color perla, el padre un gato común gris atigrado y él salió una cosa rara. Fue el último en una camada de 4, atigrado como el padre y con el pelo largo como su madre y algo rizado. Sus hermanos eran gris perla y más grandes, lo que le supuso grandes esfuerzos e imaginación para hacerse un hueco y poder mamar. Tuvo suerte en sobrevivir, pero su tamaño se quedó reducido, era el más pequeño de los gatos de su generación que había en el caserón que vivía y había muchos, porque al ama del viejo caserón le encantaban los gatos.
Pronto fue el sparring de sus hermanos en los juegos de golpes de pata, algún mordisco, saltos que terminaban en su panza o en su espalda y que le llevaron a ser mejor en el camuflaje que en erizar su pelo rizado. Sus hermanos aprendieron a rastrearle y cuando le encontraban, las palizas eran mayores. Cada vez se alejaban más de la madre y es cuando se unían otros gatos a sus juegos, por lo que no sólo tenía que esconderse de sus hermanos. Para colmo, al ser el más pequeño, era el favorito del ama y los felinos son así, tienen algo de rencorosos y nada olvidadizos.
Al final, sus días transcurrían buscando escondites seguros hasta que llegaba la noche, que es cuando se arrullaba al lado del ama y era el momento más seguro. En una ocasión, huyendo de sus propios hermanos, se atrevió a subir hasta el tercer piso del cortijo y al atravesar la gatera que había en una puerta, se encontró con la biblioteca. Enseguida comprendió que era el lugar más seguro de todo el caserón, por lo que esconderse en la biblioteca fue la rutina del día a día. Desde las ventanas podía vigilar de vez en cuando a sus perseguidores y el resto daba vueltas entre libros viejos y no tan viejos. Le gustaba derribar apilamientos, abrir las tapas duras con el hocico y le encantaba la textura y el sonido que hacían las hojas cuando las pasaba con la pata...a...a...e, i...o, u...abc...ba...ba, be, bi...bo, bu, pa, pe..ma, me, mi mama me mima ¡Y yo que quieren que les diga si el gato aprendió a leer!.
Es verdad que no lo hacia en voz alta...maullido alto...bueno, le era imposible pronunciar fonéticamente, pero entendía y aunque en principio leyó cosas suaves, cuentos infantiles, fábulas, los hermanos Grimm, enseguida los empezó a encontrar insustanciales y algo ñoños. Poco a poco comenzó a leer a clásicos; desde Virgilio, Homero, Esopo, luego pasó a Shakespeare, Cervantes y algún anónimo muy conocido. No dejó de lado grandes filósofos como Maquiavelo, Nietzsche, Jean Paul Sartre, Italo Calvino, ni el naturalismo de Chejov, ni a Baudelaire, el surrealismo de Boris Vian y conoció al gato que creo Lewis Carrol. Intentó dibujar un cordero como Saints Exupery y lo hizo también dentro de una caja porque nunca había visto uno. Unamuno, Lorca, Borges, Mendoza, Lezama, Neruda, Octavio Paz, Sábato, Benedetti, pero encontró a su favorito, el que le erizaba los pelos y hacía ronronear desde la primera estrofa...Julio Cortázar.
Cada cuento, cada poema los disfrutaba con ese entusiasmo que quema dentro y que no se puede expresar porque nadie lo puede entender, y menos a un gato. Los famas, esperanzas y cronopios, las instrucciones para subir escaleras y dar cuerda a un reloj le enroscaban en un ovillo y hasta el “Apenas él” sin significado semántico, lo entendía mejor que nadie. Al ama le gustaban los gatos, pero la mayor suerte era que al amo le gustasen los libros y en especial Cortázar. Entre los clásicos y contemporáneos, existencialismo y metafísica, prosa y poesía, y por supuesto su Cortázar, pasaba las horas, los días, los meses.
Le buscaron y él se escondía y se escondió tanto y tanto tiempo, que casi le llegaron a olvidar y él se olvido del resto. Pero la vida no se puede reducir entre cuatro paredes, ni siquiera para un gato. Todo seguía en el caserón y aunque estuviera fuera de órbita porque llevaba cuatro años entre esconderse en la biblioteca y los brazos del ama, era un gato adulto y nadie pone puertas al monte.
La subjetividad le enredó a Cortázar y una noche le volvió a enredar, pero esta vez con una siamesa de pelo corto y ojos pardos, que andaba con la cabeza muy estirada. Había aprendido antes del enamoramiento y sus consecuencias, de lo bueno y terrible, pero es cuando recorre la sangre y riega el cerebro cuando realmente se sabe lo que es amar.
Lo normal es que un gato en esta situación, entra en celo y obedeciendo a sus instintos, persiga a la hembra, la acose, se ofrezca, pelee con otros machos y marque su territorio a la espera de que la hembra permita la cópula.
Pero cuando lo instintos se han educado, cuando se ha aprendido de otras situaciones y experiencias, y cogido la querencia a pensar porque se tienen más datos, la lógica frena los impulsos y se entienden distintas posibilidades, como la de un rechazo, lo cual, a los simples instintos le trae sin cuidado.
Nuestro querido gato de biblioteca, que no necesariamente es antagónico de los opositores o ratones de biblioteca, frenó sus impulsos iniciales y se volvió tímido con la siamesa. Se limitaba a observarla cuando podía, a deleitarse con lo que siempre había valorado su subjetividad: la belleza.
Las horas en la biblioteca se iban haciendo largas y vacías. No podía concentrarse en la lectura, ni Kafka, ni el loco de Bukowski, ni tan siquiera el talento de su querido Julio, nada. Le podía el deseo de volver a ver a la siamesa de pelo corto y cabeza estirada, y aunque la imaginaba por todas partes, no le bastaba. Necesitaba hacerla entender cuanto la quería.
El nerviosismo es una reacción interna a estímulos externos y es lo que le inundaba la noche que nuestro gato reaccionó. Con algo de torpeza se puso delante de la siamesa y se miraron durante unos segundos, la gata le esquivó e intento proseguir su camino, él empezó a maullar suavemente, como con ritmo y...yo diría...que con cierta rima asonante. A la siamesa le llamó la atención porque se giró y le miro con la curiosidad del que descubre algo por primera vez. La intensidad del gato en la mirada y en toda la entrega de maullidos musicales mezclados con ronroneos, fue creciendo mientras se acercaba, y a mi...me parecía entender...Hagamos un trato de Benedetti... “Compañera…usted sabe que puede contar conmigo…no hasta dos o hasta diez…sino contar conmigo”... ¿Pero a quién le interesan estos tratos en los tiempos que corren? La gata erizó el pelo, bufó, dio media vuelta y se fue corriendo.
Cualquier gato en su lugar hubiera insistido, pero éste no estaba preparado para una respuesta agresiva y se limitó a sentarse y mirar la pared durante horas, era bueno dejándolas pasar.
Algunos días después, descubrió a uno de sus hermanos merodeando a la siamesa de ojos pardos desde la ventana de la biblioteca. Les rodeaban un montón de gatos sin que ninguno les molestase. Por lo que intuyó; que su hermano se había convertido en el macho dominante del caserón gracias al enorme tamaño que tenía.
Quién podía esperarlo de un gato que no entraba en la lucha por las hembras, de lo que traducido a un hombre sería un cobarde. Pero el error estaba en que nuestro gato sabía perdidas las batallas antes de empezarlas y viendo inútiles las heridas que recibiría, prefería esconderse y no por cobardía si no por un buen cálculo. Pero el desamor y los celos tienen algo de kamikaze y autodestructivo.
No sé si lo habría aprendido del Quijote, pero el gato bibliotecario se lanzó de cabeza contra su hermano, y este, sorprendido no pudo hacer otra cosa que recibir el golpe con el hocico. Retrocedió unos pasos, se recompuso del golpe y el susto, y le lanzón un zarpazo con muy mala uva, pero nuestro gato era experto en esquivar y se zafó. Nuestra gato intentó lanzar su pata con toda la fuerza que pudo y dio a su hermano en un ojo...pero se le olvidó sacar las uñas. ¡Uno no puede estar en todo! ¡Esquivar vale, pero arañar...!.
Del siguiente zarpazo le pintaron tres rayas nuevas al gris atigrado, izquierda, derecha, izquierda...miren, para que les voy a narrar la desagradable pelea, si está claro quien la ganó. Nuestro gato no huyó como hubiese hecho cualquier otro viéndose en inferioridad y terminó a los pies de su hermano. Las heridas de todo el cuerpo no le dolían, más le dolía la cara de desprecio que vio en la siamesa, testigo de toda la pelea. Los cortes de la carne ni se notan, cuando se desangra el sentimiento.
¿Han visto algún gato llorar? El lo había aprendido de las “Instrucciones para llorar”, una vez más Cortázar le ayudo a desahogarse
Al cabo de dos meses y pico, la siamesa dio a luz una camada de tres. Un gato y una gata siameses como la madre y la última una cosa un tanto rara. Una gata gris atigrada con pelo largo y algo rizado, que cuando maullaba parecía que cantase como “fama” de Cortazar. No sabemos si en todo esto tuvo algo que ver Maquiavelo.


Texto agregado el 25-11-2005, y leído por 536 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
30-11-2005 Cuando uno comienza a leer este texto, condimentado gratamente con picardía, hilitos infantiles, filosofía, sicología y etceritas...se pregunta q razones te llevaron a ese título y vaya hombre ..¡q razones!... de verdad disfruté mucho esto, gracias por eso.. piquitos de miel y estrellas gatunas gaviotapatagonica
30-11-2005 Bonito cuento, mezcla del Patito Feo, los Aristogatos, Alicia en el País de las Maravillas y esa biblioteca que recuerda a la de La Bella y la Bestia :-), soy cuento-maníaca así que, como puedes imaginar, me lo pasé pipa leyéndote. El gato te hace pensar, parece que aunque uno se aparte del resto llega un momento en el que su verdadera naturaleza acaba saliendo, que por amor uno es capaz de todo y que somos crueles con quien es distinto. Mil lecturas más pueden hacerse y me pregunto, como hicieron por ahí, cuánto de ti tiene ese gato ;-) mi_mundo_paralelo_y_yo
28-11-2005 Empezaré diciendo que me gustan mucho los gatos, es más, tengo dos... Ellos todavía no han aprendido a leer, pero a cambio me roban la comida que es visto y no visto... Son muy suyos, como la mayoría de los gatos, pero les quiero. Me pregunto qué tendrá de ti este gato protagonista, o qué habrás depositado de ti en él... El caso es que quizás, y sólo digo que quizás, me recordó un poco algunos episodios de mí mismo... Y mira, sospecho que también tú maullas siguiendo el ritmo de los neumáticos sobre el asfalto... Me gustó tu forma de contarlo. Más saludos!!! CapitanDormido
28-11-2005 Fantástico. De una frase a la otra y a la otra y a la otra hasta un final maquiavélico. Felicidades y 5* jau
25-11-2005 De esos gatitos quiero yo... Me quedo con la gatita del final! :D lindo cuento, con una profundidad más allá de la inocencia con qué se narra. Aniuxa
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