LÉGER

Una mujer con libro no es lo mismo que una amante olvidada. Porque sus cuatro rosas no son las que recuerdan las culpas del engaño. Ni aquella cabellera vanguardista, perfumada de protesta, que las manos cautelosas no dejaron las caricias ni su huella.
¿Cuál será ese libro?¿En qué página se agitará la matinal revolución ingenua?¿Será tan carmín y bermellón la tarde para calmar el tiempo de la espera?.
Podrá llamarse Ana, Soledad...tal vez. Mara. Por su mirada es Celia. Por sus brazos: María. Por sus ojos...tristemente Eugenia.


CHAGALL

La vida se revela a horcajadas. De traje verde y chaqueta bermellón. Con una novia de pechos impacientes y un ángel de color adviento.
Mientras la Europa se desvanece en guerra, la sonrisa y el deseo bailan al ritmo del charlestón.
Los novios brindan para beber el beso. En una mano la alianza. En la otra las flores granadinas.
La pasión es un doble retrato con vaso de vino. La tristeza un recuerdo.



CAMILLE

El hijo del marinero Bombais. Un ingenuo enamorado de las mujeres desnudas con los brazos en alto. Necesitaba pelearse para demostrar que eso del colorido no parecía una acuarela de la vida parisina y su ridiculez de boxeador de circo, una excusa para secuestrar en un atelier de mala muerte, a la mujer de caderas voluminosas y pezones juveniles.
No importa si el olvido inaugura su exposición. Si a la cita, esa noche no llega Gauguín desde la Polinesia. Acaso la calle sea la mejor galería y una niña naïf, su mejor heredera.