Inicio / Cuenteros Locales / bender3001 / La última puesta de sol
Sorob ajustó los controles y cargó un nuevo cristal. Presionó el botón y el panel volvió a su posición. Turbios pensamientos lo acosaron en ese instante, pero no permitió que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Devastado y con un sueño roto lo observó una vez más.
Una luz roja se encendió en el pecho de su hermano plateado. Sorob esbozó una sonrisa y retomó el camino. El androide lo siguió como si un fino hilo los uniera, un delicado cordón umbilical que se estaba por cortar.
El sendero se hacía cada vez más estrecho y la tierra bajo sus pies se volvía cada vez más ardiente.
El androide comenzó a emitir ruidos extraños. Había un polo magnético cerca, que afectaba su funcionamiento.
Las vibraciones de la unidad eran cada vez más violentas. Sorob no era un especialista en la materia, pero sabía lo que tenía que hacer. Sólo unos retoques rápidos le permitieron seguir su camino.
El sol comenzaba a perder su brillo, como una especie de estrella opaca. El tiempo se agotaba y aún le quedaba mucho por recorrer.
Le dolía en el alma lo que estaba por hacer, pero debía obedecer las sagradas leyes de Vomisa.
Finalmente llegó a un enorme galpón. Una sensación de angustia le provocó un fuerte dolor de estómago.
El proceso de desincronización simbiótica, fue rápido. Los componentes biológicos fueron descartados y los circuitos electrónicos desactivados.
Una descarga de Neoenergía completó el proceso. La unidad estaba completamente esterilizada.
Sorob intentó ver a través de los ojos abismales del técnico, pero no encontró ni un rasgo de humanidad en ese ser. Parecía una máquina programada.
Sorob observó a su androide y recordó todo el tiempo que habían pasado juntos. Aquel viejo androide había honrado mucho más su existencia que los que la transitan la vida sin sentir.
El sol se escondía detrás del monte. Sorob tomó su bolso y emprendió su regreso.
No pudo evitar que el llanto se apoderara de él. Cruzó el gran portón y se detuvo un momento a observar el cielo. El sol había desaparecido, como la existencia de su eterno compañero.
Una fría mano tocó su hombro. Un hombre robusto y con la cara arrugada lo estaba mirando.
No dijo nada. Sólo pidió silencio con un gesto. Tomó su mano y puso en ella un diminuto objeto. Sin más, dio media vuelta y volvió a su trabajo.
Sorob no daba crédito a lo que estaba viendo. El chip de la vida. La esencia de su amigo estaba ahí.
Lo guardó con cuidado en su bolso y continuó su camino.
Tal vez no había ningún gesto de humanidad en los ojos de aquel corpulento hombre, pero sin dudas había mucha comprensión en su corazón. |
Texto agregado el 25-11-2005, y leído por 357
visitantes. (13 votos)
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Lectores Opinan |
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10-01-2006 |
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excelente:)5* GEHENA |
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16-12-2005 |
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Me ha gustado la característica de tu narración. Muy bueno. Un abrazo fuerte. carloel22 |
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07-12-2005 |
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tiene ese gusto especial de los cuentos de cs ficción, bien logrado!!
el_hada_perdida |
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03-12-2005 |
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excelente escrito. mis comentarios quedan cortitos y mis estrellas muy pocas en comparación al gusto que me llevé leyendo ciertas frases impresas con tanto sentimiento. silvania |
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03-12-2005 |
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Muy bien escrito llevas al lector atrapado continuamente en la historia5* Goyo |
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