Diez meses después que tu olor desapareciera de mi cama y que las nuevas capas de piel que recubrían mi cuerpo hubieran olvidado el tacto de tus dedos, regalándome las caricias que me hacían sucumbir día tras día, intentando desterrar los temblores que padecía ante tu mirada esmeralda y cautiva de mis emociones, sentía que te empezaba a olvidar, notaba como tu ausencia ya no abría más el agujero que inundaban mis pensamientos.
Me volví como era antes de conocerte, aquel chico con risa fácil y espíritu simple. La vida volvía a sonreírme y comencé a caminar por aquellas calles que me eran prohibidas por un encuentro que me hiciera sentir mal, todo parecía volver a la normalidad más rutinaria, la normalidad que me hacia sentir mas o menos bien conmigo mismo.
Hasta aquella mañana justo cuando me encontraba en el taller donde trabajaba, donde pasaba las horas olvidándome de lo que me rodeaba y me angustiaba, fuera de los recuerdos y rencores que me convertían en una montaña rusa humana.
-Hola Sergio, te echo en falta, tengo ganas de verte.
¿Qué sentí en ese momento?, no se si podría describirlo, lo mas parecido pienso que seria como si alguien te estuviera hurgando las tripas, una mezcla entre dolor y ansiedad que te corroe todo el cuerpo.
-Hola Silvia, Yo también tengo ganas de verte.
Como pude decir eso, si la volvía a ver otra vez volvería a sentirme igual que cuando me dejó por aquel tipo asqueroso, otra vez la ansiedad entraría dentro de mi, otra vez convertiría en mierda mi propio ser, así que sin pensarlo un momento colgué el teléfono, lo apagué sin más.
Acabé mi jornada en la bajada más grande de la montaña rusa, en el bajón emocional más profundo que recordaba. Me dirigí a mi casa y abrí la puerta, me fui directamente a la botella de vino que me esperaba justamente en el mismo lugar que la dejé la noche anterior, ayer, el día que bebí una copa viendo el partido por la televisión, solo como siempre pero con el alma tranquila. De un trago me bebí hasta la mitad, después poco a poco la fui vaciando. Me sentía mal, muy mal.
Al día siguiente, al despertar conecté el teléfono, miré si tenia alguna llamada perdida y comprobé que no. Tantas ganas no tendría de verme, pensé.
Me metí en la ducha y me fui a aquel patético trabajo, me fui al taller.
Nunca mas me volvió a llamar, nunca mas me volvieron a hurgar las tripas al escuchar la voz de Silvia, seguí mi vida rutinaria, tal vez era lo mejor, tal vez no era más que un ser solitario, tal vez siempre la recuerde sin querer.
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