Evadí las ramas secas en el suelo cubierto de hojas. No miré hacia atrás.
El corazón me latía velozmente y sentí la punzada. Apoyé la mano en mi pecho para calmar el dolor. Seguí corriendo.
Grité al viento, pero nadie oyó.
Al atravesar el bosque encontré más árboles, más bosque. Me sentí acabado. Respiré el aroma a muerte.
Me senté a esperarla.
Texto agregado el 29-10-2003, y leído por 329
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