Por estos días, mis creaciones rayan la bajeza absoluta. En estos momentos escribo las líneas mas miserables y mal redactadas que un engendro puede escribir. La monotonía de las conversaciones con mis descerebrados amigos, no me provoca inspiración alguna. Los pechos de las mujeres, son solo pechos y no logro ver en ellos un mundo...
Las calles me resultan el lugar donde puedo vomitar a los cadáveres que por ahí transitan. El sonido de la televisión, me recuerda que al rato debo encender el maldito televisor, para ver algún mal programa. Al que criticaré, como lo hago con todo lo que leo, huelo y pienso.
Sentado en esta máquina me siento como un pobre estúpido, al cual ninguna admiradora felicitará por escribir palabras que no son mas que tonteras.
Por estos días, el sol no es mas que el sol de todos los dias y la noche solo sirve para dormir y desear sexualmente a la mujer que subió al micro.
La ironía, es la peor consigna de esta tarde y la verdad no esta por ningún lado.
El romanticismo lo dejé botado en la última plaza, después de ser maltratado por mi penúltima amante.
Luego me sentí melancólico, pero al rato se me pasó, como pasa todo, y como pasó esta mala historia en la que nadie creyó.
Al tiempo, la historia apareció en algún periódico de distribución gratuita, pero ninguno de los lectores le dio importancia.
Es más. La segunda parte de este cuento, se me perdió en mi propia habitación, y mi habitación se extravió entre la multitud.