En la cama, como en un despeñadero al amanecer, aspirado en vértigo, yago.
Si mi cuerpo me asusta más que un búfalo en un callejón sin salida, ni pensar quiero en mi alma. Ya no tengo fuerzas para que los párpados se tengan en su sitio. Se caen y se pegan. No me dan el recurso de la mirada, para huir del huracán de imágenes que se estampan en mi mente.

¡No creí que la muerte fuera así!

Sé que me muero, inexorablemente. Y muero solo. Los pies, ni los noto. Y no es frío, no, es que no hay tacto. Tampoco las nalgas pegadas contra el catre, ni la espalda ni los brazos ni el cogote en la almohada. Pero sé que aún no muero porque escucho los suspiros y gemidos de Apache junto a mi oreja y las moscas, que parece que haya más que de costumbre.

Un poco de frío. Eso es lo que tengo y me da la idea de que aún vivo.
¿Se puede sentir frío en los huesos?

--¿Quién eres? ¿De dónde has salido si estoy sólo en casa y está cerrada?

--No te veo con claridad. Sé que eres mujer pero no sé...

¡Vaya! Se sienta a los pies de mi cama. - ¡¿Pero no ve que me estoy muriendo?!
-- No te reconozco
--Me suena tu cara un montón, pero no sé quién eres.
--¡¡¡MANOLITAAAAAAAA!!!
¡¡NO... TU ERES LA MUERTE DISFRAZADA DE MI MUJER!!!
--Pero si me dejaste viudo hace años.
--Te quise mucho mientras estuvimos juntos, pero sabrás comprender que un hombre solo...
--¿Sabes que esa sonrisa me erizaba el vello de la nuca? ¡Oye! ¡Estás más guapa!
Pero ¿qué estoy diciendo? Esto son alucinaciones de moribundo. Ni ella está ahí ni me habla tampoco. No me he muerto aún, todavía escucho a Apache llorar. ¡¡NO HE MUERTO!!

--¡¡ ¿Cómo sabes lo de mi terrible flatulencia en la noche de bodas?!!

--¿A qué has venido?
--Pero ¿es que se va a algún sitio, que me tienes que acompañar?
--Antes que nada te pido perdón por todo lo que te grité junto al oído cuando no acertabas mi gusto en la comida. No te puedes imaginar lo que tuve que comer con la otra y no le podía rechistar porque de un guantazo me podía reventar un ojo. Me lo tenía merecido.
También me arrepiento de haber buscado placer carnal con otras mujeres teniéndote a ti en casa. Reconozco que fui muy guarro contigo.
--¡¡Ah!! ¡¡Pero... ¿Esto no es el juicio final?!!
--¡¿Entonces, qué coño haces aquí?!

Siento el frío en los pulmones y en la lengua. Debe quedarme muy poquita vida. Cómo me quiere mi perro que me sigue lamiendo la cara y las manos. Escucho los lametones.

Tranquilo, Pepe, que esas dos figuras que acaban de entrar en la habitación también son una ilusión.
Se acercan y se ponen juntas al lado derecho de la cama, junto a Manolita.
Esperaré que se presenten. No voy a caer en la tontería de hablar con ellos si son imaginaciones mías.
--No. No hago caso de nada de lo que me digan.
Sí, claro, que me voy a creer que son mis padres, si murieron hace más de 15 años.
Pero ¿por qué me siguen hablando?
--¿No ven que no quiero hablar con ustedes?
¡¡EEEHHHHPPPAAAAAAAAAAA!! ¡¡ QUE SE ESTÁ QUEDANDO LA CAMA ABAJO!!!
No mires, Apache, que puedes volverte loco al verme en el techo.
¡¡¿Por qué sigues mirando?!!

¡Buff! Ahora ya no siento frío. ¿Me habré muerto? ¡¡NOOOOOO!!!! ¡¡Yo no estoy muerto, ché!! Esto lo estoy soñando.

-- ¡Que no quiero ir con vosotros a ninguna parte, ¿entendido?!

(Llorando) -- ¡Mamááááááá! ¿De verdad estoy muertoooo?

-- ¡Ah! hip, hip, ¿Entonces, esto es la otra vida?

No sé si estoy soñando o qué, pero la duda me está jodiendo mucho, así que me dejaré llevar por estos que dicen que son mis padres y por la Manoli, mi bendita Manoli...
Tenía unos buenos pases la Manoli de joven. JAJAJAJAJA

Ya no escucho a Apache.