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Terribles enemigos, los amigos del cura y los del doctor.
En el pueblo ya eran conocidas las discusiones y los enfrentamientos. Para los primeros el origen divino del universo no podía ser cuestionado, además ninguna explicación científica era totalmente aceptable. Para los admiradores del doctor Esteban las explicaciones religiosas eran elucubraciones carentes de toda validez, y la Fe un pretexto ingenuo para descalificar al interlocutor.
El 23 de marzo, Rubén, el sobrino del Padre Pedro, comenzó el incendio, dijo que Satán era médico y lo escribió con mayúsculas en la puerta de la casa del delegado comunal. Se armó la podrida. Los positivistas defendían una teoría que sostenía que las estrellas eran enormes bolas de fuego a muy
muchas leguas del piso, y que por alguna razón no caían. Los místicos decían que se trataba de almas buenas camino al cielo, algo así como las de la luz mala pero más elevadas.
El pueblo entero se debatía entre Dios y la materia. Se creó el Observatorio Astronómico, un lugar donde la gente se reunía a mirar para arriba. Se comenzaron a contar los astros y las constelaciones fueron desarmadas; las Tres Marías pasaron a llamarse María Pilar, María Agustina y María Julia.
El 12 de Abril, los cientificistas, por medio de Román Rimez, forman la agrupación “Amigos del espacio interestelar” y tres días después los animistas reaccionan con la primera emisión de “Dios en las estrellas”, un programa de radio que se dedicaba a explicar, a los profanos, la relación existente entre la bondad de un alma y la luminosidad de su estrella correspondiente.
En solo dos meses las continuas agresiones habían dividido a Villa Los Alamos por la mitad; y cuando digo “la mitad” me refiero a las vías, al norte se mudaron los místicos, al sur, los defensores de las bolas de fuego.
El odio había crecido tanto que nadie se atrevía a cruzar los rieles en ninguna dirección, salvo los viernes por la noche, cuando dos sombras se juntaban a charlar, tomar mate y contar estrellas fugaces, jugaban a ver quien descubría más. Unas veces ganaba el cura, otras el doctor.

Texto agregado el 29-10-2003, y leído por 156 visitantes. (0 votos)


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