Para todos aquellos que leyeron cuentos de Rafael Pombo:
Érase una vez en el 7 de Agosto una familia de clase media baja que tenía un garaje al que iban todos a trabajar, digo todos como en papá, mamá, el hijo mayor llamado Juanchito y el menor, llamado Ferchito.
Papá era un señor muy grande y muy gordo, tenía bigote y barba y patillas, tenía arrugas y papada y calvicie, y peinando de lado sus cabellos, la calvicie ocultaba. Orgulloso estaba de su parecido con Vicente Fernandez, pero más gordo y mucho más macho era papá.
Mamá era una señora muy ocupada, no le gustaba el chisme ni la pereza, iba a misa todos los domingos y y el credo diariamente rezaba con paciencia, a los pobres ropa regalaba y era una mamá muy comprensiva. Era pequeñita y gordita, el cabello negro y largo tenía, tenía ojos verdes oscuros como hojas de plátano y sus dientes blancos como perlas eran.
Juanchito era muy, muy grande y como todos los hombres grandes y machos le gustaba el aguardiente, pero como era muy macho, no se emborrachaba tan solo con aguardientes, sino con whisky y perico y un porro entre sus dientes.
Ferchito el menor era, apenas hombre volviéndose, pero muy organizado y muy juicioso, el cabello rapado a los lados y alto arriba tenía, pantalones de cuero apretados, una camiseta negra desteñida, chaqueta Tonny Falcone y zapatos Reebok con luces vestía.
Juanchito llegó esa mañana muy puntual a las bolsas recoger, pero cuando comparó la cantidad de bolsas que había en la casa y las que en el fax decía, parecían estar todas menos una. ¿Y dónde está la bolsa? Juanchito miró a Ferchito y le preguntó: ¿Tú tienes la bolsa Ferchito?
Y Ferchito dijo "No, yo no la tengo". Mamá le preguntó cuando había comprado el anillo que tenía y Ferchito dijo "Eso es problema mío, madre mía". Juanchito quiso pegarle a Ferchito, pero Ferchito tenía una navaja que muy rápido abría y Ferchito dijo: "Yo compré mi anillo con plata de mi ahorro, nadie me lo va a quitar y si te acercas un poco más te voy a capar, mamá no crió ningún ladrón pero me puedo volver matón".
Papá, mamá, Juanchito y Ferchito sudando frío estaban,el teléfono sonó y mamá contestó. Mamá un rato en el teléfono tardó y cuando volvió la escopeta de papá en sus manos tenía y directo a papá apuntaba. Dos veces disparó y falló, pero un ricochet el lóbulo de la oreja a papá le rompió, dijo cosas feas, palabras que una mamá no debe decir en presencia de niños, cosas sobre perras y su madre, sobre papá y unos cerdos y disparó otras dos veces con tan mala suerte que en el centro del pecho a Juanchito, su hijo querido le disparó.
Mamá gritó, mamá lloró, mamá soltó la escopeta y se lanzó contra papá porque fue su culpa, papá muy infiel y muy perro había sido, su perra a la casa lo había llamado con tan mala suerte que mamá ha contestado, con una escopeta se ha amado y a Juanchito ha matado.
Papá, muy ágil, muy rápido había saltado. Papá en la calle tenía una perra en la que todo el dinero hubo gastado mientras que a mamá no le había dado ni para el mercado. Mamá estaba muy brava y de esa perra muy celosa estaba. Papá la escopeta cogió con fiereza y le voló a Mamá la cabeza.
La muy puta casi me mata, dijo papá, que por estar disparando no escuchó a tiempo que sirenas estaban sonando. Ferchito que en el piso estaba, no comprendía lo que pasaba, con los disparos nada escuchaba, no entendía por qué corría papá.
La policía, por la puerta de atrás a papá esperaba, recibió un balazo tan fuerte que un policía con humor mordaz dijo que lo puso a respirar por unos agujeros de más.
Ferchito que en el suelo asustado se hallaba, bajo la mesa vió lo que todos buscaban: un ladrillo de cocaína que bajo la mesa estaba todavía.
Este es el fin de la historia mis niños, espero que con eso la lección hayas captado: Ten cuidado, no puedes poner el polvo en cualquier lado.
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