Teresa mira de reojo, una vez más, la taza tirada en el piso. Está rota la taza. La de cerámica china, japonesa, ¿tailandesa? la rompió ella. No miró, nunca mira, pasa corriendo siempre, como una tromba, eso dice la tía y tiene razón. No es como Julita o como Armandito, que son menores pero más compuestos. Por qué los llevaron a vivir con la abuela. Por qué sólo ella se quedó allí. Espanta los pensamientos con un estornudo y trata de concentrarse en una salida. Empuja los ojos lejos de los destrozos y observa alrededor buscando algún resquicio libre para esconder la falta, mientras piensa en una excusa válida que haga más ligero el previsible castigo. Tal vez si sale afuera, al patio, y la entierra en los platanales. O la mete en el horno viejo, el que no se abre hace años, porque huele a ratón muerto. Tiene que apurarse, los niños vienen de visita y les encanta armar cuentos a conveniencia; cuentos incompletos como los pedazos que se esmera en contar uno, dos, tres, cuatro… falta ese trozo de asa, dónde está. De todos modos se darían cuenta. ¿Quién se atrevería a pegar una taza tailandesa de cerámica esperando que no lo noten?
Agarra un pedacito y se entristece de pronto. Quizá un chino en algún lugar de China diseñó esa taza y luego otro chino la hizo y quizá no le pagaron bien a ese chino que tiene una familia como la de ella, pobre, pero más pobre; una familia que ni siquiera puede permitirse tener tazas, ni siquiera chinas. Porque hay en el mundo más pobres que ellos, según la abuela, aunque la tía no crea que son pobres. A la tía le gustan sus tazas finas y sus paños de seda y sus lámparas de cristal de bacarat. Ahora la taza está rota, la favorita, ella la rompió y vuelve a mirar alrededor sin ubicar un túnel de escape.
Qué difícil puede resultar esconder una simple taza rota. Tal vez eso pasó con sus padres. Tal vez rompieron algo tan grande y tan difícil de ocultar que tuvieron que esconderse ellos y la dejaron sola para encargarse de este desorden, para tratar de pegar los pedazos de una familia que es como esa taza que está rota ahí en el suelo y no es posible ocultar. Tal vez ellos encontraron el túnel, tal vez. Habrá que comenzar a excavar. |