Lágrimas contenidas, rabia amartillada en los labios, ecos en mente y estómago.
Me empeño, como si de un círculo interminable se tratase, en escupir todo esto fuera de mí, pero no hay manera. Está congelado en mis entrañas, en la enredadera del coraje, en la sangre fría y el alma helada. Por eso apenas consigo mantener un ritmo medio, todo se me dispara. Las lágrimas siguen sin caer, están huecas, formando parte del hielo.
Las constantes vitales carecen de importancia, están sumidas en un estado de letargo, despojadas de toda señal de movimiento admirable.
Sin jadeos, sin gemidos, sin la más mínima mueca… tal vez sólo espasmos involuntarios. Qué estado más alarmante aquel en el que nada sale, a pesar de múltiples pedradas por arrebatar esta ansiedad. Muerdo de cuajo cada ligero indicio, aún sin éxito.
Todo cubierto de gotas de frialdad, de cuencas torrenciales vacías, de sombras cubiertas de espejos distorsionados. Todo entero, o quizá a mitades… pero sin lágrimas.
|