No me abras,
mejor descubre mi caída larga.
Mira mis brazos abiertos,
mi alma desfigurada.
Ojos inmensos que congelan tu silencio
mientras se dejan llevar
desgarradores como las heridas,
que tan tuyas como mías en las noches,
se van quedando atrás.
Mis manos hoy vacías
se acurrucan tímidamente
entre sabanas dormidas y blancas.
Sumergido en los penumbrosos amaneceres
de un golpe profundo y seco
he decidido enclaustrar mis días,
y anidar mis pecados
Texto agregado el 23-11-2005, y leído por 118
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