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Inicio / Cuenteros Locales / kynos / El laberinto de Babilonia I

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Mursil

Para algunos mi sobrino fue un traidor, para otros un saqueador. Es posible que tuviese parte de las dos, pero era mucho más, me gustaría defender su honor contra las mentiras que le rodean. Si guardé silencio en su momento fue por proteger mi vida, pero hoy, a orillas del Nilo, lejos y a la vez seguro de mi tierra, me siento obligado a contar su historia. No contaré su vida, ni como ascendió al trono siendo menor, del cual, yo, Pimpiro, hermano de Hattusil me vi forzado a actuar como regente; ni tampoco las motivaciones comerciales sobre la ruta central entre Anatolia, Siria y Mesopotamia que provocaron el conflicto. Me remitiré a una sola noche, una noche donde quedó encerrada toda su vida. Aconteció durante la gloriosa campaña contra la ciudad de Babilonia.

Mursil era un verdadero temerario, o más bien un provocador, tras el saqueo de la ciudad ordenó a parte de sus tropas que acamparan dentro de la misma. Se dispuso ocupar la cámara de los reyes para su descanso. El palacio era mucho más pequeño de lo que esperaba, se suponía que era el más grande que existía sobre la tierra, y a mi me pareció mucho más pequeño que el viejo palacio de Ur. Una enorme estatua de su dios local guardaba la puerta, creo que su presencia inquietó a Mursil y este, sorprendentemente ordeó que se bajara del pedestal y fuese deportada a nuestra tierra. Hube de contemplar ante los pocos ciudadanos presentes el horror de sus miradas, pues consideraban que de este modo su dios sería secuestrado y serían esclavos eternos de nosotros los hittitas. Bajo el llanto de "anud, anud..." un joven suplicaba que no lo hiciese. Profetizó que Marduk vengaría la impiedad de Mursil, el cual no tuvo más palabras para contestarle que la lanza que traspasó su joven corazón.

Al acercarse al palacio pidió a un esclavo que le indicase el camino a la sala central, este le contestó que era recomendable virar siempre hacia la izquierda, que de ese modo no se perdería. Nadie comprendió en ese momento sus palabras, pues no parecía probable que en un palacio tan pequeño alguien pudiese perderse. Entró solo, una verdadera temeridad por su parte, solo ordenó a los guardias que velaran la entrada.

Esa noche no pude dormir, contemplaba la pálida mirada de la estatua, era tan pesada que había hecho falta una compañía entera de hombres para moverla. Por otra parte me incomodaba la presencia de los casitas, nuestros aliados, carecen de modales y buen gusto, además les gusta hacer ruido, inlcuso cuando duermen son escandalosos.

Poco faltaba para el amanecer cuando me levanté, desistiendo de dormir a esas alturas después de pasar toda la noche en vela. Me acerqué a la puerta del palacio, los guardias la velaban impasibles. Casi de inmediato se abrió lentamente, por sus peldaños se tambalearon los pies de Mursil. Era blanco, tan blanco como la muerte, nunca imaginé que la piel pudiese llegar a ese horrible color, la ausencia de descanso teñía su rostro, pasó por mi lado sin decirme nada, en ese momento no supe reaccionar. Ordenó la partida inmediata del ejército, dejando a los casitas en la ciudad, que por lo que sé todavía no se han movido de allí. Cabalgó al frente, no lo vi más, no habló con nadie de lo que sucedió esa noche.

Mursil había tomado la gran ciudad de Babilonia, había derrotado a los hurritas y volvía victorioso a nuestra ciudad Hattusa, con el dios Marduk como premio. No sé si creer a aquel joven, no sé si Marduk vengó su rapto, pero Mursil no encontró a su llegeda los merecidos honores. Fue muerto por un complot contra su familia a manos de su cuñado Hantili.

Nadie supo entonces que había sucedido dentro del palacio, la precoz leyenda afirmaba que dentro había encontrado a Marduk, quien le había prometido venganza. Yo creo que esa historia se inventó para distraer la atención del complot. Lo cierto es que desde entonces nadie había entrado en el palacio. Los propios babilonios creen que Marduk está encerrado a la espera que se regrese su estatua, y todo el que entre verá en los ojos de Marduk la visión de su muerte, atroz visión con la que deberá vivir.

Nunca destaqué por mi valentía, he huido de mi tierra por miedo al asesinato, de modo que quienes pensaron que lo era al verme entrar en aquel palacio se equivocan, el deseo imperioso por saber qué le sucedió a Mursil era lo que me cegaba a tal irresponsabilidad. ¡Como me arrepiento de mi estupido acto! ¡Cuántos males me habría ahorrado de no entrar! Así fue como de camino a Egipto me desvié hacia la madre de todas las ciudades, tan solo había pasado un otoño.

No sabría como describir tan atroz lugar, ¡hasta donde llegó la locura de los amoritas! ¡Quién crea que el palacio es pequeño se equivoca! Pero tampoco es grande, ¡Es infinito! Aquel lugar había sido edificado por el mismo Marduk, en un pequeño palacio cabía el universo entero. No tenía puertas, todas las salas comunicaban con otras salas, todas eran distintas, algunas se parecían, había galerías, escaleras, todo llevaba a todas partes. Me asusté e intenté desandar el camino, pero fue imposible, seguí dando vueltas durante horas sin saber donde estaba. Aquello fue horrible, por fin sabía porqué Mursil salió en aquel estado. Jamás imaginé que pudiese existir un lugar así, aquello era obra de alguna magia terrible.

De pronto recordé las palabras del esclavo, virar siempre hacia la izquierda. Y así lo hice, iluso de mi creí que encontraría la salida, pero terminé en una sala mayor que las demás, repleta de metales, temí encontrarme al propio Marduk furioso, pues esa debía de ser la sala del rey. Brillantes bronces cubrían todas las paredes y techo, distintos bronces con distintas formas, eran iluminados mediante la luz procedente de las rendijas del techo. Caí al suelo agotado, sobrecogido por semejante espectáculo, creí perder el sentido por instantes, pero me recuperé y levante la cabeza, y vi entonces la imagen que me persigue desde entonces. Vi mi reflejo en una placa de bronce, estaba doblada de tal modo que sólo se reflejaba mi cuerpo descabezado. Marduk acababa de revelar mi muerte.

Corrí a través de las galerías, caí varias veces, agotado y sediento. No sé cuanto tiempo estuve dentro, creí que no saldría nunca. Pero pensé en la visión, si debía morir decapitado no sería aquí, que no había nadie para decapitarme, eso me dio esperanzas para seguir. De ese modo proseguí mi incansable búsqueda, quién sabe cuán lejos estaba, o si iba en dirección contraria o a favor. Cuando mi esperanza ya estaba a punto de ser quebrada, Marduk, para demostrar la veracidad de su visión me puso la puerta de salida ante mi.

Imagino que al salir debía tener la misma cara que Mursil, la gente no se fijó demasiado en mi, debían de considerarme un cadáver, o mejor dicho alguien que ha visto la muerte.

Texto agregado el 22-11-2005, y leído por 438 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-11-2005 Sentí al leer como si estuviera viendo una buena película, narras muy bien, es un texto emocionante. ***** fabiangs
 
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