Me despierto sin pensar en alguna de las soluciones aplicables a lo que a mi destino concierne sino poniendo en práctica mi pesimismo habitual al divisar una serie de dificultades justo al salir de la cama. La mañana opaca. Frío. Lluvia como es costumbre en estas épocas. Empobrece el porcentaje de ver un cielo despejado. Mi cuerpo encuentra solo tranquilidad bajo un chorro de agua tibia. Promedio entristecedor de mi rutina, sonda que habita inseparable el dolor de mi cuerpo, mi carne babosa. Eso. Todo lo anterior. Critico una y otra vez las acciones tomadas por aquellos que han llegado a lugares donde probablemente yo nunca llegaré , esbozo risas burlonas a los intentos fallidos de aquellos que se mueren en la linea de llegada o que a penas cruzaron la salida... pero sigo sin hacer nada. Paso cientos de ocasiones tal vez en un mismo día junto a seres de mi propia especie a los que yo mismo les he negado la posibilidad de contacto alguno, sigo mi camino; ególatra, mi ser se volverá imperceptible tarde o temprano, le tengo en igual medida miedo al tiempo que a la indiferencia. No sabría explicar con certeza de donde provienen palabras tales como amor y odio que sirven para manifestar cada una en si, tal sensación; detesto, tanto el hecho de que alguien haya designado con tal valor lingüístico a tan tremenda responsabilidad, como el no tener responsabilidad alguna...Me siento ajeno a todo lo que no me pertenece, entonces es, que el reloj se detiene, ya no somos ajenos, estoy aterrado y nadie lo notara hasta unos segundos mas tarde, me interpongo en tu camino, después, no tienes mas que sonreír para corroborar que algo esta por suceder, es inevitable. En ti, mis hábitos desaparecerán. Estoy petrificado viendote a los ojos, que la alteración de mis sentidos paraliza de manera total los movimientos de mi boca, le tengo pavor a tu mirada, ignoro por completo lo que pasa, porque estoy aquí, incrédulo pero vivo frente a ti. Encontraste sin saber dentro de mi, el epicentro de mis condiciones.


Rompo con facilidad las ataduras que me sostienen a la nada, la distancia de los sueños se acorta en términos alarmantes a medida que te sigo viendo y que me inspiras desde el cedro hasta la hiedra; comienzo a describir lo que veo con pasividad, un rato más y desataré en mi interior lo que me ha mantenido callado por siglos. Sigo pensando en ti como el primer día pero la preocupación se desvanece desde que tu aliento hizo contacto con los poros de mi cuerpo. Suspiros que yacen por meses, nubes que abarcan en mi lo que dura un anhelo. Ansia desatada.

Sigo temiendo a la indiferencia, pero ahora, al estar así de cerca, prefiero temerte a ti.