Inicio / Cuenteros Locales / mariog / RECORDANDO A J.H.
Desde alguna parte he llegado aquí, a esta sala colmada de sillas, a la veintena de cabezas agrupadas. Intento escuchar, salir del letargo, recuperarme del frío exterior que aún se anida en mi entumecida espalda. Dicen. Palabras. Incomprensibles. Aplauden. Un zumbido azulvioleta se instala detrás de mis párpados. Solo de batería en las sienes y en las muñecas. Tal vez sea cierto que me esté picando demasiado. Y no. Es necesario. Absolutamente necesario. Cómo haría sin picarme para salir. Para andar por la calle. Para confirmar que debajo de mis pies sigue estando el vientre bestial del asfalto.
No queda otra. Tirar para adelante. Convenciéndome. De que solo así mi pulso se mantiene firme, capaz de manejar la magia de los hilos de bronce y de plata y de las gemas de todos colores. La magia alcanza para unos cuantos billetes mugrientos y después, la merca. En el bolsillo. Me pico. Me pico y vuelve la magia. Vuelve más grande y se morfa el invierno, el hambre, la fiaca, la vida de mierda en el galpón que no quieren ni las ratas.
Me pico y salen arcoiris por todas partes. Hay una playa inmensa y un oleaje tibio. Un sol de esperma y terciopelo. Y a veces también hay una ginebra. Me pico. En las letrinas. Abajo de los puentes y de las escaleras... Un rasguido. Si. Un rasguido me franelea los oídos. Despacito. Despacito. Otra vez.
Asomo las lanas sobre el respaldo de enfrente. La voz es dulce. Guitarra y canto y un fraseo sencillo y deditos de bebé. En el pecho se me rompe una taza llena de lágrimas. La pendeja tiene rulos, carucha infantil. Carucha de gilita. La-pendeja-ojos-de-lago. Un frío acá adentro y allá abajo. Y canto. Y rasguido. Y aplauso. ¿Aplauso? Dejen de joder carajo
Mi propia voz me da náuseas. Silencio sorpresivo. Donde había contado veinte nucas aparecen veinte fotos. Cuarenta ojos. Muchas zarpas. ¿Quién lo dejó entrar? En algún momento me he parado. Todavía me envuelve un halo pero los ecos son filosos y ardientes. Si la aguja hubiera entrado en las dos venas no me causaría tanto dolor mantenerme aferrado a esta silla midiendo la distancia que me separa de la puerta. La viola.
Hablé de vuelta. Y eso que pasa frente a mis lágrimas es mi mano derecha. Funciona por su cuenta. Me gustaría explicarles. Pero.
Mocosa linda. Putita divina. Cómo es posible que tengas tanto de ángel. Tan cerquita que puedo olerte. Aunque ahora lo que mas me importa es sentir bajo las yemas de mis dedos la madera suave del guitarrón. Una acústica flamante. Me conducís entre la maraña de locos enmudecidos. Pasás tus tetitas de mona frente a mis labios resecos. Me hacés sentar. Y toco. Toco con enorme placer las cuerdas. Me vuelvo totalmente ciego. Y toco. Y es otra vez la gramilla bajo mis nalgas y la plazoleta y el loco Matoso y Marito Marani y el Toto y el Bocha Ah Toco Y por allá distingo la santísima sombra de Hendrix El mismo jota hache en persona Me dice que cante
Puedo Sí puedo Niebla púrpura Si seis fueran nueve Hey Joe Todos podemos Todos Mis amigos de antes y mis amigos de ahora Pobrecitos los locos La pendeja pobrecita Cantamos hasta aullar de placer Nos multiplicamos y somos cientos miles millones
Estruendo. Y un silencio súbito. No hay ecos. No hay sombras. Un empujón y mi espalda se hace ricota contra una pared. La gilita sacude los hombros y escupe gemidos de perrito. Llora. Empiezan los gritos y las puteadas. Desde el suelo me llaman los pedazos de la viola que Jimmy volvió a hacer pomada. Como en Suecia.
Alguien dijo la policía. Empiezo a llorar yo también aunque no sé por qué. Debo darles mucha lástima porque ninguno hace nada. Sí. Me empujan. Con cuidado y sin broncas. Para que salga. Pero quisiera decirles. Que fue jota hache. Cantar todos La consumición de la lámpara de media noche
Intento retener mis pies en algún lugar. Resbalo sobre un charco de astillas. Dos garras me toman de la cintura. Creo que me quiebro. Y hay otras. Mis ojos sólo alcanzan a retener un loco irme hacia atrás. Enseguida el techo. Techo-techo-lámpara-techo-mas-techo-marco Basta Puerta Negrura por arriba Hielo en las espalda. Pasto. Frío inexplicable
Soy el eje del jardín sombrío. Vos lo dijiste, Jimmy. Vos mismo, jota hache. Hoy he sentido toda mi soledad. He conseguido levantarme. Y avanzar algunos pasos. Reconozco la vereda. Y creo que es cierto...
Mario G. Linares.-
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Texto agregado el 29-10-2003, y leído por 677
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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04-03-2005 |
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realmente un buen texto, en primera persona, que termina en primera persona pero voz en off, y eso no es facil, aun que sea un pedazo, este concierto donde el personaje drogadicto realmente me lo creo, y posee una fluidez muy buena, existe la accion y tienes toda la capacidad de narrar, bien puede tener el titulo de cuento, saludos. rene7383 |
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08-02-2005 |
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. bes-tia |
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12-11-2003 |
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Me gustó mucho tu relato mi amigo, es cierto, no decae en ningún momento y uno espera la explosión, decantarse a través del relato, me gustó verte jugar y disparar a la bandada, me alegran las metaforas bien utilizadas, pienso que es lejos lo mejor que te he leído, por ello mis felicitaciones y esas cinco... evaristo |
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04-11-2003 |
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Me adhiero a la elección de gaby con la frase: "para confirmar que debajo de mis pies sigue estando el vientre bestial del asfalto..".- Casi puedo meterme en la piel de este complejo personaje que transita por las nubes de la droga, el alcohol y la musica que alucinan. Casi puedo sentir sus viajes, sus terrores, sus angustias, su extasis "de cristal".Y todo eso solo puede deberse a la perfecta coordinacion de las palabras que arman esta historia que tensa y tensa sin cortarse y te lleva a un párrafo final que me parece absolutamente perfecto...un placer descubrirte y leerte.-piquitos con estrellas gaviotapatagonica |
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29-10-2003 |
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Excelente relato, las imágenes son perfectas. El estilo muy cuidado no decae en ningún momento. Un placer leerte. Saludos. MCavalieri |
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